dela locura y sus consecuencias

La historia cuenta cosas terribles hechas por los humanos poseídos por la locura. Algunas veces con justificaciones muy armadas; pero que por aquello de que el fin no justifica los medios, resultan insostenibles.

Los peores y más recientes ejemplos los constituyeron Stalin y Hitler.

Surgidos como líderes en países sumidos en el desastre socio-económico, al punto de afectar incluso el honor de pueblos con fuertes tradiciones de orgullo y de potencias imperiales. Estos líderes usaron la crisis para concretar sueños de grandeza, llevados a la potencia de la demencia y justificados con manías, obsesiones, chivos expiatorios surgidos de sus mentes febriles y lamentablemente tolerados o aplaudidos por sus seguidores.

Pero como le cambiaron la cara a sus países, resolviendo cuestiones que en su momento fueron importantes para rusos y alemanes, estos pueblos los siguieron, los apoyaron y les permitieron hacer a su antojo, cediéndoles el control a sangre y fuego de todos los resortes del poder. Hasta los más mínimos.

Estos pueblos ataron sus destinos a estos locos y sus camarillas. Y la humanidad toda terminó pagando muy caro la maligna unión entre pueblos empobrecidos, humillados y postergados, con líderes tan efectivos como locos.

Aún hoy, a décadas, nos quedan huellas y dolores originados de la existencia de Stalin y de Hitler.

Estas son lecciones que debemos aprender para que no se repitan. Ni en esa dimensión, ni en alguna aproximación. Mucho menos cuando la democracia campea sobre nuestro suelo y nuestras vidas.

Lo dicho viene a cuento porque desde 1983, tenemos en nuestra provincia un proyecto político hegemónico, encarado por dos pichones de dictadores, que pueden resultar tan peligrosos como los dos ejemplos dados.

Los hermanos Rodríguez Saá comenzaron controlando, dominando y sojuzgando a su partido. Repitieron en él la misma estructura y jerarquía de su gobierno, al punto de que por momentos resultó difícil establecer diferencias entre una reunión de gabinete y una partidaria.

Luego comenzó un lento pero inexorable avance para dominar los restantes poderes. Así, hemos asistido a maniobras electorales turbias que les permitieron reformar la Constitución para tener el acceso ilimitado al poder. Esas mismas maniobras facilitaron contar luego con senadores tan sobrantes como incapaces y sucesivas generaciones de diputados con tan pocas luces como exceso de obediencia servil.

Paralelamente y a partir de esos legisladores, se construyó una justicia que evidencia ineficacia, lentitud y docilidad, como mínimo. Jueces empleados del poder central, sordos y ciegos a las evidencias de los manejos y al enriquecimiento de funcionarios. Incapaces de advertir o de levantarse ante maniobras turbias o sediciosas, con sentencias que son el hazmerreír de entendidos.

Como los legisladores son fáciles de sacar del medio a través del manejo electoralero, no se los molesta demasiado.

Distinto es el caso de la justicia. Porque gozan de estabilidad, porque por ahí aparece un atisbo de dignidad, porque por ahí aprenden algo. Esto hace que los jueces no le ofrezcan a los hermanos, demasiadas garantías. Porque necesitan cubrir sus espaldas por hoy, por mañana y por algunas generaciones. Y ahí es cuando surgen estos sacudones premeditados, organizados cuidadosamente y ejecutados sin ningún respeto a nada y dentro de un marco que cualquier lego califica de inconstitucional y atentatorio contra la democracia.

Los mismos que ayer aplaudieron la designación de jueces sin mayores antecedentes ni capacidad, hoy repiten como loros amaestrados las letanías oficialistas para que se vayan.

El hecho de que los hermanos Rodríguez Saá a través de su omnipotente presencia en la política puntana desde 1983 (y de su inteligente laboriosidad) sean responsables de haber logrado importantes cambios en la estructura económica provincial (aunque muchas objeciones se pueden hacer hilando más o menos fino) no justifican que se permita este lamentable y vergonzoso espectáculo que el adolfato hace a través de sus estructuras partidarias y de nuestra democracia.

El fin no justifica los medios, San Luis.

El fin no justifica los medios, hermanos Rodríguez Saá.

Estos hermanos, voz y eco para el pensamiento y la acción, se afirman en concreciones materiales para destruir el espíritu democrático y ético de los sanluiseños. Y construyen así, algo que todavía no se sabe bien qué es y dónde terminará. Pero que claramente no es la democracia querida.

Porque al igual que los casos de Hitler y Stalin, esto que viene ocurriendo sólo puede encontrar explicaciones en frustraciones familiares, en ambiciones desmedidas, en la mentalidad de familias tradicionales oligárquicas, en el orgullo destructivo de las castas a las que se cree pertenecer. Todo ello en el marco de algún cada vez más severo cuadro de enfermedad psicológica.

Y parece que la población se divide en los que nada entienden, en los que entienden y les gusta, en los que se benefician y sólo eso les interesa, y los que se oponen y no encuentran los caminos, los métodos ni las personas para ofrecer alternativas cuerdas y coherentes para salir de esto.

Todo con una invasión de periodismo amarillo propio u oficial, con repetidoras a cargo de tontos útiles.

En estas fechas, cuando desde nuestra fe recordamos nuestros orígenes y nuestra finalidad como personas y como sociedad, y desde allí, formulamos los mejores planes y deseos para un nuevo año; sólo parece quedar por formular el firme deseo de que se obre alguna milagrosa cura psicológica en aquellos que vienen conduciendo la provincia, los hermanos Rodríguez Saá. Y en todos aquellos que se prestan para esta demencia política que vivimos.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 32 – 30 de Diciembre de 1996

feliz cumple … y algo más

EL DECAMERÓN cumplió ya un año. Y con la modestia de sus responsables poco se dijo. Como debe ser. Pero los amigos e invitados sí debemos decir algo. Casi sin darnos cuenta este proyecto original de Otero y Vinuesa (hoy sólo a cargo de Otero) se fue metiendo entre los sanluiseños que buscan la noticia investigada y analizada; sin el tratamiento obsecuente o conventillero que suele ser frecuente cuando falta responsabilidad.

Enhorabuena por el aniversario para autores y responsables.

Enhorabuena para los que nos enriquecemos con este tipo de periodismo.

Y como toda ocasión es buena para la reflexión, aquí van las de este momento.

Esta realidad argentina se está convirtiendo en un potro de difícil monta, para los que suelen vivir a expensas de otros. Poco a poco se van corriendo telones, conociendo mafias y trenzas, el verdadero rostro de personajes e instituciones.

Y esto tiene mucho que ver con lo que los medios de comunicación social vienen haciendo con sus denuncias sobre las distintas manifestaciones de corrupción que se vienen desarrollando desde hace tiempo. Los medios están desnudando con sus notas e imágenes, el origen de esta sensación de asco social que nos envuelve.

Pero hay que tener un especial cuidado en que estas denuncias no queden en una sucesión de campañas, de investigaciones más o menos estruendosas a las que la velocidad con que se vive hoy las haga olvidar mañana. Hay que evitar que todo lo que se va sabiendo y denunciando no alimente la indiferencia o el descreimiento.

Paralelo al accionar de los medios, existe una avidez casi morbosa de denuncias, involucrados, etc. Y mientras más altos los personajes, mejor. El primer cuidado, es no comprar pescado podrido y no caer víctimas de falsas denuncias o de otras mal hechas en las que finalmente no pasa nada o que distraen. El otro es que la sociedad debe aprender a ser coherente con este generalizado rechazo a la corrupción. Coherencia a manifestarse en una fuerte y organizada colaboración con todos los que investigan y denuncian, en la demanda de castigo, de una justicia ejemplificadora para quienes se han burlado del trabajo, de la honestidad, de las instituciones.

Es necesario que individual y socialmente exijamos y apoyemos una labor tan firme como transparente en la investigación policial y judicial. Y poner en práctica el castigo social, imprescindible en el tema.

Porque el corrupto, el delincuente, el que lo ampara o lo oculta, el que le da cargos públicos, el que crece a expensas de las distintas formas de corrupción suele ser vecino nuestro. A quien encontramos en la calle, en el bar, en el trabajo, en el descanso, en la plaza, etc. Y pese a saber lo que son y lo que han dañado a todos, comprometiendo incluso a las futuras generaciones; nos comportamos con ellos como si nada pasara, como si los necesitáramos; como si estuviésemos esperando de ellos que nos lleven al calorcito de la plata y del poder fácil y falso.

Debemos desarrollar una actitud social para con los corruptos e inútiles que sea coherente con este asco que sentimos por todas las manifestaciones de corrupción. Si hay corrupción en la forma de coimas, malversaciones, enriquecimiento, ocultamiento, mora judicial, etc; hay también corruptos, ladrones, inútiles, etc. con nombre, apellido y domicilio. Y todos ellos debieran ser objeto de nuestro permanente desprecio. Debemos aislarlos socialmente, escaparnos de ellos como si tuvieran todas las malas pestes de la humanidad (y así es en verdad).

Desprecio y aislamiento en la vida diaria y en todo intento que hagan de querer meterse a gobernar, legislar o juzgar. No caer en las trampas de la tan perfeccionada propaganda política que suele esconder notoria corruptela con pretendidas capacidades para «hacer».

La sociedad debe desarrollar y concretar el aislamiento y el rechazo a la actividad social de los corruptos.

            «… pues por igual es tenido /      quien con malos se acompaña». (Martín fierro)

Además, porque por sobre ellos y sobre nosotros, está la sociedad toda, el futuro mismo y hay que saber elegir quien la construirá.

En este aniversario de EL DECAMERÓN, felicitamos a sus responsables por lo que hacen. Pero hay que saber cerrar lo que se abre con la denuncia del periodismo valiente. Es decir, traducir en hechos concretos hacia los responsables, ese asco que nos inunda cuando vamos conociendo la dimensión de la corrupción.

Para construir a partir de estas actitudes el pensamiento, la actitud positiva y válida para que el futuro sea como lo que siempre soñamos. Este es el momento, mientras rechazamos y aislamos lo malo, hay que alentar, apoyar, aplaudir todo lo bueno. También aquí nos ilustra el Martín Fierro:

            «… la ocasión es como el fierro, /        se ha de machacar caliente»

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 28 – 29 de Octubre de 1996

NO IMPORTA… YA VIENE SUPERMAN

En EL DECAMERÓN pasado vimos algo del significado que tiene esta extendida oficialización del juego como medio de engañar al pueblo con la tentación de una «salvación» basada no en el ahorro ni en el trabajo, sino en el puro azar.

Esta ideología del juego tiene otra ideología complementaria en la misión de entretener y engañar a los pueblos.

Veamos de qué estamos hablando.

Nuestros niños y jóvenes pasan -lamentablemente- buena cantidad de horas frente a la TV. De una TV que complementa su vasta programación diaria con un gran aporte de películas, series y dibujos animados extranjeros y que por lo tanto responden a lo que las grandes potencias económicas necesitan en materia cultural que nosotros seamos. Así, la TV es un importante medio para influir en nuestras vidas y pensamientos y de ese modo volvernos más dóciles.

En este largo tiempo que nuestras jóvenes generaciones (y las otras también) pasan frente a la TV, prevalecen personajes poseedores de los más variados poderes especiales de orígenes entre tontos y exóticos. Hay superhéroes humanos, extraterrestres, dibujos, robots y animales. Todos ellos con el rasgo común de pelear contra la forma del mal que se cruce por este agitado mundo y sus alrededores. La humanidad atacada por males o malvados no necesita nada más que convocar al superhéroe de turno para que los salve.

Otra forma de salvadores especiales la dan los muchos casos de ángeles o algún tipo de enviado especial «de arriba» (con poca o ninguna mención de Dios) que bajan a esta realidad nuestra para darnos una mano ante nuestra incapacidad de resolver nuestras cuestiones.

Esta invasión de superhéroes y afines tiene un mensaje tan claro como malo: No importa cuál es el problema que nos acucie, siempre vendrá alguien especial, poderoso, irreal que nos salve mientras nosotros vemos TV.

La unión de las ideologías de la timba y del superhéroe, lleva a pensar que los problemas que nos acucian no habrán de ser solucionados por nosotros con nuestro trabajo, nuestro ahorro, nuestra responsabilidad organizada; sino por personajes providenciales con poderes fuera de lo humano.

La ideología de la timba nos hace olvidar del ahorro y del trabajo. La ideología del superhéroe nos hace olvidar de nuestra capacidad creativa y organizativa para superar solidariamente nuestros problemas.

Según este mensaje que nos dan, la desocupación, la deuda externa, la mortalidad infantil, el hambre, el déficit en salud y en educación, etc., etc.; no deben esperar que todos nos ocupen activa y críticamente de ellos. Debemos buscar un superhéroe -en este caso político- que por sí solo lo arregle todo. O nos haga creer que lo está haciendo. Lo importante para esta ideología es que nos sentemos a esperar, que apoyemos al salvador providencial, le demos un poco más de poderes mientras miramos TV y timbeamos.

Ejemplos extremos de esta ideología fueron Hitler y Stalin, casos graves y dolorosos para la humanidad. Los hay también de menor categoría, sobre todo dentro de esta tela cotidiana y actual que vamos cortando. Hoy, muchos políticos se presentan como los únicos capaces de resolverlo todo. Para lo cual reclaman y obtienen muchas veces superpoderes para guiar a sus pueblos hacia sus destinos rara vez alcanzados, pero si declamados a diario. (Póngale Ud. el nombre que quiera, estimado lector).

Los superpoderes de estos personajes van por el lado de la interpretación antojadiza de las leyes, por las roscas partidarias, por el mal uso de las instituciones democráticas y republicanass, por la publicidad apabullante, por la adhesión de los poderosos de la economía, etc.

Que quede claro: No hay héroes providenciales, no hay super políticos que vayan a solucionarlo todo graciosa, generosa y mágicamente.

Lo único que nos dará la fuerza necesaria para concretar nuestros mejores sueños como sociedad, como país es el trabajo esforzado, sereno, permanente, responsable y coherente con nuestras creencias.

Y éste es el mensaje del que debemos ocuparnos al educar y educarnos. Mensaje a transmitir en la educación, en la cultura, en los medios. En la casa, la escuela, la calle. En fin, a través del buen ejemplo. Ese mismo que parece estar un tanto relegado.

Nos hace falta y mucho la educación en la cultura del trabajo, en un marco ético. Nos hace falta la actividad creadora en cada cosa que hagamos. Nada está totalmente hecho ni resuelto. Nada se soluciona mágicamente. Todo se puede y se debe hacer, crear, mejorar con la responsabilidad y las capacidades de que estamos dotados individual y socialmente.

Chau entonces, con súper héroes y timba generalizada. Cuando nos vengan con mensajes falsos como ideologías de vida; recordemos a esa síntesis de nacionalidad que en nuestro hermano Martín Fierro:

            Más Dios ha de permitir /      que esto llegue a mejorar/             Pero se ha de recordar /             para hacer bien el trabajo/            que el fuego pa’ calentar /             debe ir siempre por debajo.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 27-SanLuis, octubre 7 de 1996

¡viva la argenti…MBA !

De vez en cuando es bueno alejarse un poco del vértigo de los hechos que nos sacuden a diario. Poner un poco de distancia a fin de bucear en algunas de las causas de esta realidad que tanto nos preocupa y disgusta. Para rescatar también, el valor de nuestra capacidad pensante, la misma que se necesita para rescatar los valores sobre los que se construye una sociedad y evitar otros que alcanzan el grado de indignidad.

Todo este preámbulo (quizás repetido) para entrar en un concepto que pareciera estar cada vez más impulsado, más promocionado en su papel de encubridor de la realidad. Y es la cuestión del juego institucionalizado.

El juego es propio del ser humano. Participa en su educación, en su diversión, en su descanso. Encauza pasiones y violencia. El juego como tal es bueno y necesario. Por eso se lo ha estudiado, organizado, reglamentado. Tanto que por ahí alguien definió al hombre como «homo ludens».

Pero al lado de este lado natural, están también los que viven por, para y del juego, al punto de caer en una pasión enfermiza.

De ahí el surgimiento de la explotación comercial del juego, que como da buenas ganancias se multiplica en variedades y oportunidades, hasta el punto de constituir una actividad económica (incluida entre los servicios) de crecida importancia.

Durante años el juego tuvo un fuerte tono clandestino que enriqueció a muchos malandras. Luego, un gobierno advirtió la mina de oro y entendió que legalizándolo lo controlaba y podía poner esas ganancias al servicio de proyectos sociales.

La idea en sí es buena. Ante la imposibilidad de erradicarlo, se lo encauza, limita, controla y orienta sus frutos hacia el bien común.

Pero de pronto y casi sin darnos cuenta, nos encontramos con la expansión explosiva del juego oficializado. Y desde los gobiernos nacional y provinciales aparecen prodes, lotos, quinielas, quinis, bingos, loterías, raspaditas, casinos, tragamonedas, etc.

Y todo con una publicidad apabullante. Los medios de comunicación social le dedican páginas y horas para hacer cábalas, pronósticos, estadísticas, relaciones con los sueños, concursos basados en el juego oficial y tantas otras cosas más. Y ni hablar de la increíble variedad y cantidad de concursos, premios y sorteos de los programas televisivos, radiales y de diarios y revistas. La competencia por lograr la atención del público está centrada en los premios más que en la calidad y veracidad de los temas tratados.

Todo un círculo integrado que encierra al hombre argentino en un ámbito que promueve al infinito la conducta del juego. Se juega de todo y a toda hora, con la promoción y bendición del Estado.

Una cosa es legalizar y encauzar el juego y otra muy distinta en meterle un cubilete en la mano a cada ciudadano en cada esquina.

Nuestros gobiernos vienen demostrando una iniciativa, una capacidad creativa y organizativa en el tema juego y en su difusión que ojalá la repitieran para crear trabajos productivos, para dar soluciones a la educación, a la salud, a la miseria, a la burocracia ineficiente, a la corruptela estatal y privada.

Con todo el ruido que se hace con el juego se intenta esconder la realidad social. Mientras que a la gente que la sufre se le da el mensaje que sus problemas se pueden solucionar mediante un golpe de suerte.

Los gobiernos deben transmitir y dar ejemplo en su accionar de que lo válido para construir es el esfuerzo diario permanente y constante en el estudio, el trabajo, la producción. La suerte aparece por ahí, pero no es para vivir pendiente de ella.

Los economistas viven hablando de la importancia  y necesidad del ahorro como pilar para el crecimiento de un país. Pero aquí se lo dice sin fomentarlo, sin practicarlo. Claro, vende y entretiene más el juego.

Que me digan qué país se hizo grande sin el ahorro. Cuál creció promoviendo el juego. Cuál país solucionó la desocupación con el juego, cuál mejoró la educación así.

A lo mejor en el futuro hacen sorteos para garantizar salud, educación y trabajo a los suertudos, mientras que el resto se dedica con empeño a soñar números que les den la posibilidad en esos sorteos.

Tras la cortina de humo del juego oficial desapareció aquello de la cultura del trabajo y del ahorro. Ahora todo se orienta a que cada argentino apueste su futuro a un golpe de suerte y viva pendiente de ello. Los gobiernos han dejado de lado su responsabilidad de crear conciencia en los valores sólidos que permiten superar crisis como la que vivimos: el trabajo solidario y permanente (no interesa lo reiterado del concepto). Y que aunque ésto muchas veces tenga el dolor del sacrificio y de la larga espera, tiene también la alegría de la inserción creativa en el mundo, de la dignidad que otorga el trabajo a la persona humana.

¿Por qué los gobiernos dejan de lado los valores más elevados para caer en el facilismo inútil y dañino?. A lo mejor influye el hecho de que el juego se presenta como una aspiradora inmensa que saca dinero del bolsillo del pueblo, para terminar en los bolsillos de unos pocos pícaros, muchas veces relacionados con el poder.

Los gobiernos (pasados y presentes y con distintos grados de participación) han contribuido a decirle chau al ahorro, a la producción, al esfuerzo. Le dan la bienvenida al azar, al derroche en el juego, a la idea de la solución fácil y rápida (que muchos persiguen y pocos alcanzan).

De aquella cultura del trabajo a la que reiterada y falsamente nos convocan, hemos llegado a esta sub-cultura del facilismo y del juego. A una gran timba nacional: la Argenti…mba. Así nos va. Así es lo que les dejamos a nuestros jóvenes. Pobre Patria.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 1 – Número 26 – 26 de Septiembre de 1996

ministro va, ministro viene

La cuestión educativa es, seguramente, uno de los motivos por los cuales se produjo el despido sorpresivo del doctor L’Huillier como ministro de Gobierno y Educación de la Provincia.

Es que el tema educación es francamente deficitario tras doce años y medio de gobierno del doctor Adolfo Rodríguez Saá. Y cada vez están apareciendo más problemas cuyo ocultamiento tras el brillo de la obra pública es cada vez más difícil.

La razón del fracaso de Rodríguez Saá pasa por una cuestión ideológica del gobernador: está convencido de que la obra de gobierno es fundamentalmente material, física, cuantitativa. Y que la mejor manera de hacerlo es a través de la suma del poder político y económico. La misma idea materialista que pareciera guiar su vida privada plena de logros económicos unidos a una enojosa ostentación de riqueza, todo dentro del escaso respeto a valores éticos. Con esta ideología, Adolfo Rodríguez Saá construye de todo en todas las áreas, como si con ello estuviera todo resuelto.

Rodríguez Saá demuestra ignorar en su obra de gobierno que la vida en general y la educación en particular, funciona desde la esencia de lo humano. Desde las relaciones que los seres humanos establecen entre sí, con sus creencias, con las estructuras sociales, con las cosas, con las normativas, etc. Pensando en la dignidad de todas las personas y de todo el sistema y en el bien común.

Si bien la educación necesita de buenos edificios y de buenos materiales, mucho más necesita de un sistema organizativo que contemple la realidad compleja de las personas que en ellas se desenvuelven; que origine un clima apto para que el trabajo fructifique en el amor hacia lo que se hace y hacia todos los que en él participan. Necesita también de funcionarios que sepan concretar esos lineamientos.

Adolfo Rodríguez Saá comenzó con la liquidación (reforma constitucional mediante) del viejo Concejo Provincial de Educación, reemplazandolo por un sistema regionalizado y descentralizado, a lo que se agregó, con el aplauso de todos, la creación del ministerio de Cultura y Educación, dándole así el rango que merece.

Pero claro, esto dentro de lo que Adolfo Rodríguez Saá entiende que es gobierno y educación: meros instrumentos para concretar sus ambiciones. La suma de obras en infraestructura con los cambios organizativos y de la ley provincial de educación no se han traducido en una mejora cualitativa acorde con lo esperable. Porque todo el sistema así estructurado estuvo siempre puesto al servicio de un proyecto político personal y familiar.

Un proyecto al que no le sirve un sistema educativo eficientemente basado en la participación activa de sus componentes. Por eso la educación de San Luis tras tantos años está mal. Y no resulta posible culpar a otros gobiernos, ni a otros funcionarios. Todos estos años de gobierno han sido una unidad monolítica en la que se hizo siempre lo que el gobernador quiso y como él quiso. Sus funcionarios han tenido y tienen muy poco margen para aplicar su iniciativa. Por eso los ministros, subsecretarios y directores que se han sucedido en la educación han sido militantes sabedores de la necesidad de ser obedientes o bien técnicos sin peso político.

Más recientemente Educación desapareció como ministerio específico y hoy integra la misma cartera que seguridad, culto, política, municipios, justicia, etc. Un ministerio tan grande, complejo y variado que termina siendo de muy difícil manejo eficiente. Justo lo que le cae bien al estilo de Adolfo Rodríguez Saá. A consecuencia de todo esto, la educación en San Luis está anarquizada en un aparato administrativo inoperante. Lo que funciona obedece más bien a la inercia del sistema y a las fuerzas que aún le quedan a los docentes.

El designado futuro ministro, señor Torino, ha dicho que «en educación no hay problemas de fondo», al hablar de su próximo desempeño. Estos dichos plantean tres posibilidades:

  1. Torino no sabe de educación.
  2. Torino no tiene interés en educación.
  3. Torino vive en otro planeta.

Cualquiera sea el caso, no se puede esperar mucho de Torino como ministro, no por deficiencias propias, sino por formar parte del gobierno de Rodríguez Saá, de quien no se puede esperar otra cosa que más de lo mismo. De modo que la brecha entre lo que es nuestra educación y lo que debiera ser y todos queremos seguirá acrecentándose, en medio de la indiferencia oficial y la impotencia de muchos.

Una sola cosa más.

Qué bueno sería dentro de un tiempo poder decir: ¡Cuán equivocado estuvo el análisis aquel de El Decamerón N°25.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 1 – Número 25 – 11 de Septiembre de 1996

 

ejemplos para construir

Con demasiada frecuencia la realidad nos hace transitar los caminos de la crítica hacia los responsables de conducir nuestros destinos de personas y de país. Esta crítica se va convirtiendo en sistemática y permanente por las omisiones, los errores y las distintas formas de corrupción que advertimos en las diversas esferas de gobierno que tenemos.

Pocas son las veces que advertimos actitudes ejemplificadoras a partir de las cuales poder construir ese mundo que cada uno de nosotros sueña para el futuro. Y cuando hubo lo que creemos un ejemplo, hemos aprendido a ser cautos en su reconocimiento y elogio a fuerza de golpearnos con casos truchos, que más tarde o más temprano le muestran la pata a la sota y chau con el ejemplo.

Entonces, cuando queremos que nuestros niños y jóvenes conozcan ejemplos claros de la base humana sobre la cual se puede construir un futuro, debemos acudir a nuestra rica historia. Precisamente en este decamerón que culmina tenemos dos fechas que mucho nos sirven como pueblo.

El 12 de agosto se celebró el Día de la Reconquista, recordando la primera de las varias victorias argentinas sobre el invasor inglés; en este caso, tras la primera invasión de 1806. En esa fecha, el pueblo de Buenos Aires, sin armas, sin formación ni organización militar; con la sola valentía que le daba el saber que peleaba por su tierra, su gente, su forma de vivir y de ser, venció al más poderoso ejército de la época. Se peleó hasta el sacrificio por lo nuestro; sin caer en cantos de sirena de libre comercio o de mayores libertades y bienestar. El pueblo dio batalla con lo que encontró, y venció.

Una verdadera página heroica de nuestra historia, que ha ido cayendo lentamente en el olvido de muchos. Quizás la razón primera de este olvido sea justamente el que se trata de una victoria clara y contundente sobre el viejo pirata invasor inglés.

Otra fecha clave ha sido la del 17 de agosto, en que honramos al Padre de la Patria, General José de San Martín.

Padre de la Patria porque sus victorias allanaron militarmente el camino de la Independencia; porque supo organizar pueblos y ejércitos a partir de cero; porque nada lo detuvo cuando el objetivo era servir a la Patria; porque nunca se dejó tentar por la riqueza, o por el poder de las armas o por la sensualidad del poder. Porque supo vivir con lo justo, y a veces con menos. Porque rechazó honores, porque no se prestó a las luchas internas; porque fue el primero en cumplir las normas y leyes, incluso las que él mismo promulgaba. Porque contribuyó también a la educación, a la cultura, a la industria. Porque su vida privada fue clara, recta, noble.

A través de los tiempos su figura crece como ejemplo para todos los órdenes de la vida. Poseer espíritu sanmartiniano, es la mayor honra y gloria de cualquier argentino o americano. Sobre esa base de humildad, sencillez, trabajo, honestidad, valentía, capacidad organizativa y amor al pueblo es como se construye un futuro de dignidad, en libertad y en justicia, y con amor.

San Martín, ha sido, es y será nuestro modelo, nuestro punto de partida y nuestra meta.

En estas difíciles épocas en que tantos valores se pierden o se diluyen, en que se cuestionan las bases mismas de nuestra nacionalidad, debemos echar una mirada atrás para reconocer las claves de nuestra historia nacional, identificarnos con ellas, imbuirnos de su espíritu y volver a la realidad y decidirnos a trabajar sobre ella a partir de todo aquello que nos nutre en el fondo mismo de la historia.

Porque esa historia nos dice que se puede hacer lo que se sueña; que se pueden lograr las grandes metas de un país sin entregarse a fuerzas ni ideas foráneas. Que se pueden hacer grandes cosas sin robar ni corromper. Que no hay imposibles para la decisión de los pueblos.

La clave está en tener la misma claridad de ideas, la misma decisión espiritual, la misma fortaleza física que nos brindan estos ejemplos de nuestra historia (y hay muchos más por cierto), la misma capacidad de renunciar a lo fácil, a la riqueza y al poder. La misma honestidad pública y privada.

Debemos tener ese fuego sagrado que hace grande a los pueblos y a sus habitantes. Debemos tener cada día más ese espíritu sanmartiniano que es capaz de llevarnos a todo lo bueno y noble que deseamos ser. Nos queda, para el final, una inmensa pregunta: ¿Cuántos y quiénes de nuestros dirigentes políticos actuales son capaces de vivir y de actuar con este espíritu sanmartiniano?.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 1 – Número 24 – 1 de Septiembre de 1996