A lo largo de las últimas décadas, incluyendo gobiernos dictatoriales y democráticos, se han formulado innumerables diagnósticos de nuestra educación. También se han puesto en práctica varios intentos de reforma educativa. Nada nos ha servido, seguimos viendo que los resultados de evaluaciones, nacionales e internacionales, hechas a nuestros alumnos dan resultados de los que no podemos sentirnos satisfechos. Algo similar surge de la experiencia de los empresarios en sus búsquedas de empleados, les resulta necesario dedicar bastante tiempo para darles la mínima formación para que puedan desempeñarse, formación que se supone debiera asegurar la educación secundaria. Las universidades a su vez, han incorporado materias de lengua y ciencias exactas en los cursos de ingreso o en el currículo de los primeros años para suplir esa misma carencia.
Esa realidad educativa, va de la mano de la caída de nuestra economía, del crecimiento de la pobreza, de la violencia y del escaso conocimiento de lo que es vivir en una república con democracia.
Mientras esto ocurre, vemos que países vecinos nuestros han superado los logros escolares de sus alumnos y sus economías muestran crecimiento, incluso en campos en los que Argentina era líder latinoamericana.
Esto, me basta para no querer incurrir en un nuevo diagnóstico. Además, muchos diagnósticos han sabido quedar sólo en eso, sin acciones o propuestas concretas para superar lo diagnosticado. Me interesa más avanzar, en proponer ideas, acciones. No por creérmelas, sino porque es lo que se necesita. Proponer, explicar, difundir, abrir el diálogo, atender críticas y mejoras, aprender, reelaborar. Y así seguir, hasta que se abra el camino y las ideas pasen al terreno de los hechos.
La revolución educativa
La palabra revolución no deja de despertar temores, habida cuenta de las experiencias que bajo ese nombre han sembrado terror, persecución y muerte. La palabra deriva del latín revolutum, que significa “dar vuelta” algo. En tren de ampliarla más, se dice que es un cambio o transformación sustancial de alguna estructura que en un determinado momento se ha convertido en obsoleta o inútil. Revolución que puede ser social, política, económica, de salud, educativa, etc. De ahí que hay quienes usan como definición de revolución al “cambiar la lógica de los acontecimientos”.
Por lo general, ese dar vuelta, esa transformación sustancial, requiere el requisito del corto tiempo. Lo que hasta ahora, ha exigido, en los casos conocidos, una buena dosis de violencia y totalitarismo. Lo que ha originado el temor que muchos le tienen al concepto y hasta a la misma palabra. No es mi caso, no le tengo temor a decir que Argentina necesita una “revolución educativa”, un dar vuelta el sistema que hoy tenemos y que no nos está permitiendo tener una educación que logre en las personas conocer, saber, trabajar y crear, lograr la dignidad personal y contribuir a la dignidad nacional.
No podemos permitirnos ser cómplices de la destrucción de nuestra Patria, desde la pobre y escasa educación que tenemos actualmente. Digo pobre y escasa, porque no miro las luces, los logros de unos pocos, sino el conjunto de la educación en las zonas carecientes, en la soledad rural, en fronteras.
Una revolución educativa debe garantizar la mejor educación a todos los hombres, en su integralidad personal, a lo largo de toda su vida, hasta donde lo permita su capacidad.
Los responsables
Indudablemente una revolución educativa ha de ser obra gubernamental, no de un período de gobierno, no de una persona, no de una sola expresión política. Habrá de ser obra de algo que hasta la fecha no conocemos, pero que sí necesitamos: una política de estado, que abarque al menos, cinco períodos presidenciales, por lo que deberá necesariamente, ser acordada por un conjunto de expresiones políticas partidarias, cuyo común denominador sea humanista, republicano y capaces de trabajar intensamente con la honestidad imprescindible para que lo bueno se geste, instale y dure.
No estamos frente a una posibilidad así. Nuestra política, no sabe de estas cosas. Tiene vuelo bajo, hay poco de fundamentos ideológicos, es sectaria, de corto plazo, demasiado amiga del poder y sus beneficios. De ahí que educar al pueblo tal como éste lo merece, no le resulta favorable a su apetencia a un poder de larga y productiva duración.
Necesitamos un diálogo nacional para resolver nuestra educación. Diálogo que como supo decir Pablo VI, “es esencial como medio para encontrar la verdad.” Diálogo que sólo puede darse si nos dedicamos a la” cultura del encuentro”, como forma de resolver la grieta que tanto fomentamos en el día a día, logrando dividirnos y enfrentarnos cada vez más. Ya es hora de dejar de lado la división y la pelea entre argentinos. Demasiado bien hemos hecho eso, tanto como el daño y retraso humanístico y material que nos ha causado.
En la educación debemos encontrarnos todos los argentinos. Quizás, pueda abrir el camino de superación de todo lo que nos divide y enfrenta. Es el momento de dedicarnos a mejorar y potenciar nuestra educación.
Primer paso
Por lo dicho, la revolución educativa que necesitamos no puede ser obra o responsabilidad de un gobierno o de un partido o frente electoral, mucho menos de una persona. Necesitamos una convocatoria que incluya a expresiones políticas, gremiales, sociales, empresariales, universitarias, expertos y pueblo general para ponernos, todos, a acordar de una buena vez, una política de estado para la educación argentina.
Debemos dejar de cacarear con que el futuro será de una sociedad del conocimiento, mientras no seamos capaces de concretar esas afirmaciones en acciones a lo largo de al menos los próximos veinte años. No tendremos un fuerte desarrollo socio – económico, sin los técnicos, los pensadores, los humanistas y los creadores que formemos nosotros mismos. No habrá un fuerte desarrollo económico – social, mientras sigamos con los “commodity” y comprando el fruto de quienes han invertido por generaciones en la educación, al punto de ser los líderes mundiales en el conocimiento.
A esa convocatoria, a esa unidad en el diálogo, la propuesta y el trabajo que revolucione nuestra educación, la llamo GRAN ACUERDO NACIONAL EDUCATIVO – GANE.
A su vez cada jurisdicción deberá convocar de modo similar para llevar adelante lo suyo en concordancia con lo nacional.
Este Gran Acuerdo deberá: planificar las grandes líneas de acción por 20 años; acordar y coordinar las acciones de corto y mediano plazo; auditar el funcionamiento de la educación en todas las jurisdicciones y el uso de los recursos; evaluar los resultados, aconsejar correcciones, ampliaciones, etc.; evaluar la marcha de las grandes líneas de acción y efectuar los cambios y adecuaciones convenientes.
Es fundamental que todos los argentinos y todas sus distintas organizaciones tengamos en claro y participemos de la idea que sin educación iremos cada vez más atrás en el desarrollo integral como país. Cada vez más atrás en un mundo que basa su avance en el conocimiento. Mucho se habla de la importancia del capital que significa el conocimiento, pero no hay políticas que permitan desarrollar y alcanzar niveles óptimos de ese necesario conocimiento.
La política educativa debe convertirse en motor de la transformación nacional en unidad y encuentro.
Ideas centrales del GANE
Hemos tenido los argentinos, varios intentos de reformas educativas. Las que supieron centrarse en cambios de la estructura escolar, en la duración de los ciclos, en cambiar determinados estudios de nivel, en provincializarlas “de prepo”, quitando y agregando asignaturas, modificando contenidos, copiando del extranjero, etc. Hasta ahora ninguna ha dado los resultados esperados en cada oportunidad. Es que no cabe centrarse el cambio educativo en un sola de sus manifestaciones. Toda la educación es la gran prioridad y en ella, nos encontraremos con múltiples prioridades coexistentes. Lo que, por cierto, nos exigirá centrarnos en todas ellas y con la suficiente visión y agilidad, como para atender a las nuevas exigencias que surjan a medida que se avance.
Como dije antes, la gran prioridad es la educación. Por lo cual, viene bien mirar otras realidades educativas. Finlandia es el país que con mayor frecuencia es ubicado entre los mejores sistemas educativos mundiales. Pues bien, hemos leído y escuchado de varios gobernantes finlandeses que ellos tienen tres prioridades: educación, educación y educación. Lo que viene ocurriendo desde hace no menos de cincuenta años, llegando así un elevado nivel educativo en toda su población, lo que le permite afrontar con éxito, cualquier situación socio – económica conflictiva.
Lo fundamental es acordar una política de estado con objetivos y metas a corto, mediano y largo plazo, que no sean rígidos, sino que vayan siendo repensados a medida que se vayan logrando y vayan modificando la situación inicial.
El acuerdo nación y jurisdicciones provinciales es clave. Allí es donde debemos poner todo el peso de nuestras capacidades y voluntades.
Ese acuerdo debe comenzar por aprender a respetar la ley, aunque sorprenda decir esto.
Es que la Ley 26206 fija la prioridad nacional y la política de estado para la educación. Lo que no se ha manifestado en ninguna acción gubernamental hasta la fecha. Más aún, ningún gobierno nacional ni provincial, ninguna fuerza política, lo ha recordado o exigido. Lo que nos da la triste muestra de la ignorancia legal, de la vocación por no cumplir las leyes que juran cumplir o del profundo desinterés para con la educación por parte de quienes gobiernan y legislan. O de una integración lamentable de esas alternativas. También por parte de los mismos docentes y de sus organizaciones gremiales.
Paralelamente, y ante la evidente desigualdad en recursos humanos y económicos, es necesario que el gobierno nacional tenga mayores responsabilidades en la educación, muy por encima de lo que hace actualmente, tras la provincialización de casi toda la educación inicial, primaria, secundaria y superior no universitaria.
Quizás deba participar en los aportes económicos necesarios para incrementar equitativamente los salarios docentes; quizás en hacerse cargo de todos los institutos de formación docente, para llevarlos a un sistema de exigencias y de evaluación similares a los existentes en el ámbito universitario; quizás en construcciones escolares muchas y modernas. También en garantizar los recursos para que todas las jurisdicciones logren los mismos objetivos, pese a sus diferentes situaciones socio económicas.
Seguramente habrá otras ideas al respecto, pero insisto en que, para alcanzar equidad en todo el sistema, el estado nacional no puede desentenderse tanto de la educación. La actual responsabilidad de las provincias en la educación obligatoria nos presenta notorias y graves diferencias entre unas y otras, que necesitan superarse y resolverse. Sin dejar de respetar nuestro federalismo, es necesario darnos una estructura de trabajo nacional en equipo, para ayudar, sostener, potenciar, evaluar, corregir, etc.
Logrado un acuerdo como el GANE, determinando los niveles de participación y financiamiento que le quepa a los estados provinciales y nacional y los mecanismos de supervisión y evaluación permanente, vendrán a posteriori los cambios estructurales, los contenidos, etc. En fin, todo lo concerniente a enseñar conforme los avances de las ciencias de la educación, adecuándolos a nuestra realidad.
Primero la decisión y organización de la política educativa nacional. Inmediatamente después, lo técnico – científico de la enseñanza – aprendizaje – aplicación.
La docencia como eje
Ya dije de cómo se mira y admira a Finlandia por sus logros en educación. Por cierto, que la realidad poblacional, laboral, socio económica de Finlandia es sustancialmente distinta a la nuestra, lo que nos lleva a no copiar todo lo que allí se hace, mucho menos querer hacer lo último que hace Finlandia, queriendo saltar los pasos dados en décadas. Lo que debemos copiar, sí, de Finlandia es el concepto de la educación como objetivo prioritario de la nación, la docencia con altos niveles de exigencia en su formación inicial y en su especialización posterior, los excelentes salarios y el alto nivel de reconocimiento y prestigio social que posee la profesión docente. Algo así se está intentando en algunos países de nuestra América Latina. Entre nosotros se habla mucho de muchos temas, pero de mayores exigencias y de salarios dignos, poco y nada se concreta.
El acuerdo que logremos deberá dejar claramente explicitado que todos los participantes en educación, debemos tener notorias exigencias mutuas. Me refiero a alumnos, familias, sociedad, directivos, legisladores, gobernantes, medios de comunicación. Todos y cada uno de esos sectores debe poder y saber exigir a los otros. Porque así la sociedad toda cumplirá con su responsabilidad en la clave misión de educar, que debe ser prioridad nacional fundamental, de por vida.
¿Cómo comenzar, dado la mala y muy diferente realidad educativa nacional, un proceso de revolución educativa?
Así como primero debe darse el acuerdo político nacional sin el cual no será posible hacer nada, se necesita contar con aliados como para vencer las resistencias al cambio, tan frecuentes en la educación.
Ese aliado clave es, a mi juicio, la docencia.
De ahí que proponga un aumento salarial por encima del incremento del costo de la vida, hasta llevar a la profesión docente a convertirse en una de las mejores pagas en el país. No se trata de una ligera propuesta demagógica. Primero el reconocimiento, luego los aumentos escalonados, progresivos, algo así como aquella “tablita” para el costo del dólar que conocimos décadas atrás. Pero conocida y aceptada por la docencia y que se cumpla rigurosamente.
* Declarar a la docencia como Constructora de Futuro, dignificándola y potenciándola en su formación, lo social y lo económico, querida por todos y deseada por las jóvenes generaciones. Todo lo cual conforma un acto de estricta justicia profesional.
* Una docencia dignificada y potenciada, llevará paulatinamente a eliminar la conflictividad con que se vive la educación argentina y bajar el importante nivel de ausentismo. Por cierto, que se busca también así, convertir a la docencia en la principal aliada de la Revolución Educativa.
* Incentivar las vocaciones docentes mediante becas importantes.
* Un reconocimiento salarial así, les da autoridad moral a los gobernantes para exigir todo lo que puede y debe dar un docente, al tiempo que abrir el camino a mayores niveles de especialización de pos grado.
* Otra manera de mejorar el salario es crear paulatinamente, cargos exclusivos en los distintos niveles, comenzando por los niveles inicial y primario. Estos cargos exclusivos deben alcanzarse mediante concursos, quizás llegue el momento en que no se acceda a la docencia por el solo sistema de puntajes, sino por especialización de pos grado y mediante concursos. Quizás también, en el futuro, con reválidas periódicas.
Esto implica que, a la brevedad, la formación docente en todos los niveles, tenga mayores niveles de exigencia, profundidad para alcanzar no solo el conocimiento, sino también la capacidad de generar nuevos conocimientos y nuevas formas de trabajar en el aula.
La docencia argentina debe convertirse en el gran motor que logre la revolución educativa que se planifique mediante el GANE. Por eso debe ser la “profesión mimada” de la Argentina. Mimos que deberá saber ganarse con la calidad de su preparación y dedicación laboral.
Otras ideas
* Instalar en el pueblo todo y especialmente en el Estado Nacional a la educación como prioridad nacional primera, principal y permanente. Eso se hará mediante: Planificación nacional integral; Incremento presupuestario, especialmente invertido en lo humano; Los medios de comunicación social al servicio de los objetivos educacionales; La participación de fuerzas políticas, organizaciones gremiales, empresariales y sociales.
* Debemos abandonar toda expresión de individualismo, de egoísmo y demagogia, para avanzar hasta con el sacrificio y el heroísmo con que supieron luchar los padres de la patria.
* Un GANE para 20 años necesita de la jornada extendida o completa. Lo que está legislado, pero con cumplimiento entre nulo y escaso, a excepción de la CABA. Este tipo de jornadas requiere a su vez de edificios que las permitan para todos los turnos en que reciben alumnos. Lo ideal es que cada escuela reciba un solo grupo de alumnos durante más horas, pero ese sueño está fuera de las inmediatas posibilidades económicas. Debe ser un objetivo a largo plazo.
* Las construcciones escolares y las modificaciones y ampliaciones que se hagan deben adecuarse a las nuevas exigencias educativas. Deben privilegiarse las zonas más carecientes para construir los mejores edificios.
* Los contenidos y la didáctica deben garantizar que nuestras jóvenes generaciones logren: El conocimiento básico en todas las ramas del saber, alcanzado por la humanidad; Usar solidariamente ese conocimiento en beneficio de su vida personal, familiar, social; Ejercer el juicio crítico y su capacidad creativa para mejorar la vida; Ser capaz de generar más conocimiento.
* La formación que reciban nuestros niños y jóvenes debe ser equilibrada entre lo científico, lo humanístico y lo social. Rescatando los sólidos valores con los que se construye lo mejor de nuestra vida.
* El amor al prójimo como valor propio de creyentes y no creyentes, debe ser el motor de los logros de nuestra Revolución Educativa.
* Las nuevas tecnologías ayudan y mucho, pero no deben reemplazar la relación, el trato humano. La persona humana es la medida de todas las cosas, no el dinero, el poder, lo material.
* Reconvertir al Consejo Federal de Educación, poniéndolo al servicio de estas prioridades, para que planifique, audite y evalúe lo que se hace en cada jurisdicción; tanto en las metas como en el uso de los recursos asignados.
* Cuestiones de organización, planes de estudio, contenidos, etc. exigen también una propuesta revolucionaria. No es lo que más domino. Además, desde grandes lineamientos, como éstos, deben trabajarse entre las jurisdicciones para acordar.
A modo de síntesis
Siempre hay más, mucho más para decir y proponer en materia de educación en una situación de decadencia educativa como la que transitamos los argentinos en este momento. Vayan estas ideas, como para plantear una nueva, distinta y hasta ahora no transitada, vía de encarar los cambios tan imprescindibles. Nunca hemos logrado algo así. Lo intentó el Congreso Pedagógico convocado por el Presidente Alfonsín, el que no llegó a ser lo que debió ser.
¿Nos animaremos a encontrarnos y acordar en materia educativa, como para demostrar que somos conscientes de que el futuro está en el conocimiento y que queremos que ese conocimiento llegue a todo nuestro pueblo, según sus capacidades, sin discriminaciones, ni limitaciones materiales? ¿Aceptaremos mayores niveles de responsabilidad y de exigencias en lo que estudiamos y hacemos? La docencia argentina, ¿podrá ser como estimo, el motor que nos lleve a dónde queremos y debemos ir?
Desde lo que sé y desde mis convicciones, hago esta propuesta y quedo a la espera de respuestas, comentarios, críticas siempre en tren a perfeccionar ideas. Los invito a que nos encontremos y demos el primer paso de una convocatoria amplia y generosa para poner en marcha el GANE. O como se lo quiera denominar en el futuro.
Finalmente, me permito recordar lo dicho por Sarmiento en el Senado de la Nación:
Todos nuestros problemas, son problemas de educación.
Que nadie se ría, como hicieron algunos senadores en ese momento.
SAN LUIS. 20 de noviembre de 2019
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