y así nos va

Hemos hablado ya de la corrupción por corrosión; lenta e inexorable destrucción de instituciones democráticas para que el pueblo deje de creer en ellas, deje de participar o se sume a la tarea corrosiva. Así se le hace más fácil a la casta gobernante, el configurar un poder hegemónico, que le asegure permanencia, durabilidad e impunidad.

Corroer las instituciones es corrupción; porque dejan de servir para lo que han sido creadas y facilitan luego que otras formas de corrupción (por ejemplo la económica) queden en la indiferencia o el olvido.

Siempre es bueno volver sobre el tema, para identificar ejemplos, para aprender, para no olvidar, para exigir que las instituciones de la democracia nos sirvan y para exigirnos conductas firmes ante cualquier tipo de corrupción y de corruptos.

Un ejemplo lo brinda el actual estado de la Defensoría del Pueblo. Institución creada por nuestra Constitución Provincial, siguiendo las modernas líneas de organización del Estado y de defensa de los derechos de los ciudadanos. El Defensor del Pueblo tiene la tarea de “…proteger los derechos e intereses públicos de los ciudadanos y de la comunidad, frente a los actos, hechos u omisiones de la administración pública provincial o sus agentes, que implique el ejercicio ilegítimo, defectuoso, irregular, abusivo, arbitrario, negligente, gravemente inconveniente e inoportuno de sus funciones…”. La comunidad recuerda al primer Defensor del Pueblo, Dr Juan C. Barbeito. Además de la tarea organizativa propia de quien inicia una tarea, cumplió una extensa e intensa labor exigiendo a la Administración Pública el ser eficiente en sus responsabilidades ante el pueblo. Seguramente que tanto reclamo terminó molestando al poder de Adolfo Rodríguez Saá; impuso su obediente mayoría para nombrar a un Defensor más dócil y surgido de su propia fuerza. Lo encontró en el Dr. Estrada, quien ya había hecho méritos para un cargo así. Muchos más viene dando desde que se hizo cargo. Ya que los problemas que los sanluiseños padecen en las distintas áreas de la administración y en las que resulta muy fácil advertir incompetencia, inoperancia, etc, de parte de los funcionarios responsables. No parecen interesarle al Defensor del Pueblo, quien evidencia un accionar por lo menos formal y tímido, más comprometido con el poder mismo, que con la gente.

De esta forma, el cargo de Defensor del Pueblo ha perdido entidad, no resulta creíble, está corroído, subordinado al Poder Ejecutivo. Es ahora un cargo más para apremiar a amigos con un buen sueldo. La corrosión acaba con una institución democrática pensada en favor de la ciudadanía y en contra de la ineficacia gubernamental.

Otro ejemplo de cargos a modo de exilio dorado o de premios a la fidelidad (y no a la capacidad) es lo que viene ocurriendo en el Colegio Lafinur (ex Nacional). Hace ya varios años que está intervenido. Fallecido su primer interventor, Dr González, se designó una nueva, la Prof. Verveke de Canta. Pero no se dijo cuál fue la grave situación que originó una intervención tan prolongada, qué es lo que se ha hecho ya para mejorarla, cuál es el estado actual, qué es lo que debe hacer la actual interventora y en qué plazo. Explicaciones necesarias para comprender por qué no se cumple, entre otras disposiciones, el art. 74 de la Constitución Provincial, que señala los derechos de los docentes. Nada se ha dicho y nada se dice de lo que pasa en uno de los colegios más antiguos y queridos de la provincia. De donde queda la certeza que se está ocupando la conducción de esa institución para contar con un cargo más para repartir entre amigos fieles a los que no se puede dejar en la estacada ni fuera del presupuesto oficial. Así la corrosión está también en la educación, por si alguien tenía dudas.

El manoseo de las instituciones, de la Constitución y de las normas que de ella surgen es tan frecuente en la provincia que termina siendo aceptado como normal, lógico, como un mal menor. Son los frutos de la corrupción que corroe las instituciones, para dar lugar a otras corrupciones más graves. Que también terminan siendo aceptadas como cuestión ineludible del supuesto avance económico de la provincia. Y todo empieza con la lenta e inexorable corrosión que se viene haciendo en muchos campos de nuestra vida.

Y así nos va.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 1 – Número 23 – 8 de Agosto de 1996

la educación maquillada * PARTE ii

Esta realidad nuestra de cada día obliga a retomar algunos temas e ideas, porque resulta de difícil comprensión el que persistan actitudes y políticas que evidencian faltas conceptuales de graves consecuencias para la sociedad.

Y la cuestión educativa es uno de estos temas.

Ya se ha reconocido la magnitud de la obra pública en escuelas y la importancia que esto tiene para la provincia. Es un mérito indudable. Aunque para nada desinteresado, porque ya sabemos que en el mundo entero la obra pública es un buen recurso para políticos que quieren salir de pobres.

Pero poco y nada se avanza en materia del buen funcionamiento del sistema educativo en general. A diario siguen las quejas por trabas burocráticas y por carencias de elementos esenciales. De donde decimos que la acción de gobierno en educación es sólo maquillaje, que no hay eficiencia.

Y al hablar de la eficacia del sistema educativo no podemos quedarnos sólo en nuestra provincia. Hay que incluir también a la política nacional, la que ni siquiera tiene el atenuante de un buen maquillaje.

Porque lo primero que hizo la Nación fue sacarse de encima el sistema, con la buena excusa del federalismo, pero con las malas artes compulsivas del ministro Cavallo. Y porque para tomar decisiones para el futuro, se va de una copia a otra. De una improvisación a otra. Sin un rumbo claro: Cómo hacía falta una Ley Federal de Educación, se copió la Ley de España, aunque allí no funcione. El secundario no anda bien, entonces se busca copiar el examen de Francia. Y así pueden seguir los ejemplos.

Para nada interesa estudiar si lo que se copia pertenece a un mismo sistema educativo, a una misma idea. Copiar es más fácil. Se trabaja menos y queda más tiempo para politiquear.

Ya que se copia, ¿por qué no hacerlo en lo fundamental?. En la actitud de planificar la educación entre toda la Nación y a partir de estos planes, ejecutar las acciones previstas para cumplir objetivos, con la particular modalidad que cada fuerza política tenga para hacerlo.

Una planificación que prevea los objetivos y las acciones a cumplir en cada etapa y a la que todos nos comprometamos a respetar en cada actividad. Una planificación que nos permita a todos convertirnos en actores y en críticos responsables de lo que se hace.

Pero para eso hace falta una convocatoria que nos saque de esta ola materialista y hueca de privilegiar la obra y no el ser esencial de cada actividad. Hace falta tener una ideología base para poder planificar. Aunque las ideologías sean distintas, si hay ideas se pueden encontrar puntos de contacto y sobre ellos trabajar. Cuando no hay ideologías sustentadoras, no es fácil acordar planes porque aparecen sólo la ambición de poder, de riquezas o de la gloria sustentada en el poder y la riqueza.

Lamentablemente esta cuestión de planificar la educación no está presente entre nosotros. La educación suele ser un botín a entregar a algún aliado político (frecuentemente a sectores reaccionarios); y así, si se fracasa, la falla no es del gobernante sino de un aliado. Y todo a comenzar de nuevo.

La política económica cambió para adecuarse a la realidad mundial y se viene ejecutando por un mismo equipo. La educación debiera hacerlo de igual modo. Es de esperar que sin la dosis de insensibilidad social con la que actúan los economistas.

Tenemos presente a Martín Fierro cuando dice: “…y se ha de recordar/ para hacer bien el trabajo/ que el fuego pa’ calentar/ ha de ir siempre por abajo”. El trabajo debe hacerse. Si los políticos no convocan, se debe empezar desde abajo, desde los interesados y el afectado.

Se impone la formación de equipos interdisciplinarios y multipartidarios para elaborar planes educativos, pensados para resolver los problemas de la gente, desde una perspectiva humanista integradora. Y, por favor, que la casta política acompañe sin contaminar.

Mientras esto no ocurra, en educación seguiremos como hasta ahora, con maquillajes en el mejor de los casos. O como dicen los paisanos, a los tumbos como zapallo en carro.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 1 – Número 21 – 14 de Julio de 1996

del mercosur e integraciones

Ya pasó felizmente la prueba a la que se sometió San Luis al organizar la X Reunión Cumbre de Presidentes del Mercosur. Felizmente porque los visitantes (ilustres o no) encontraron una buena organización, junto a la calidez de nuestro pueblo. Queda por analizar si todo lo que se hizo fue una buena inversión. A juzgar por la calidad de algunas pinturas y de los parches asfálticos, muchas obras parecen ser uno más de los tantos gastos mal hechos ya conocidos. Otro análisis merecen algunos medios nacionales que trasladan el rechazo a la figura del gobernador, a una crítica feroz a toda nuestra realidad provincial. Los que vivimos y sufrimos el adolfato no queremos caer en eso y creemos no hacerlo.

Pero lo que interesa aquí y ahora es el propio Mercosur, su significado y alcances.

El capitalismo, triunfante en este momento de la historia, impone la globalización y necesita de zonas francas de libre comercio internacional para su existencia y expansión. En una economía globalizada, regida por grandes corporaciones económicas más que por países, las fronteras, las políticas y las legislaciones nacionales son un obstáculo al crecimiento económico capitalista. Entonces, a través de un sencillo ejercicio de poder aparecen estos mercados comunes. Que se constituyen así en una necesidad y en signo de la época.

Entonces, ¿el Mercosur es malo?. Ni tanto, ni tan poco. Simplemente no hay que engañarse. No es, por sí solo una panacea para los pueblos, pero en este momento si no nos integramos a él, nos irá mucho peor de lo que nos va ahora.

Esta economía actual globalizada, tecnificada y computarizada no es generadora de empleo, ni de mejoras sensibles y rápidas para los pueblos. Y lo estamos advirtiendo a través de la paradoja de la mejora de los índices económicos de crecimiento, mientras crecen también el desempleo, la pobreza y las regiones con sus economías al borde de la destrucción. Y todo en un ambiente consumista creciente a instancias de una publicidad invasora que no siempre nos permite hacer la pausa necesaria para pensar en dónde estamos, qué hacemos y qué nos pasa.

El hecho de que el sistema capitalista impere en este mundo de hoy, no le da patente de bueno, ni de justo. ni de ideal de vida para los pueblos. A partir de esta realidad hay que incorporar lo necesario para que se humanice. Para que la economía, la cultura, la tecnología, la sociedad toda se construyan a la medida del hombre. A partir de la dignidad de las personas, del bien común, de la justicia social, de la solidaridad.

Estas son metas de nosotros, los seres humanos reales, no de las corporaciones económicas; por lo que habremos de buscar formas de introducirlas. Es tarea de los pueblos y de sus gobernantes, sin caer en la compra de vidrios de colores. Hay que empezar a construir lo que tantas veces se ha denominado la civilización del amor. Una utopía digna de ser asumida.

La idea es más o menos, la de humanizar este momento de la civilización humana. Tener un punto de partida distinto a la acumulación de poder y riqueza y un fin distinto también a la acumulación de poder y tristeza.

Existen muchas formas de empezar esta tarea. Todas comienzan con nuestra participación en el Mercosur, de sus crecimientos y de todas las asociaciones que surjan de la globalización.

Hablar de globalización es hablar también de integración (económica, cultural, social, etc.). Pero es bueno precisar que si habremos de integrarnos al mundo será sin dudas a partir de asumir íntegramente nuestra cultura, nuestros modos de sentir y de ser. Si llevamos lo nuestro con convicción, sabrán quienes somos y nos respetarán. Si vamos a la integración copiando u obedeciendo, quizás nos aplaudan; pero seguramente no nos respetarán.

Debemos saber elegir entre integrarnos siendo nosotros mismos, o diluirnos convirtiéndonos en furgón de cola de las corporaciones. Si logramos integrarnos podremos actuar en mejorar este sistema vigente. Si permitimos nuestra disolución tendremos siempre a cargo el peor papel.

Lamentablemente el menemismo da muchas muestras de esto último. Y es una de las cuestiones que más nos deben preocupar a partir de estos recientes logros del Mercosur. Se mira con demasía la aprobación extranjera, mientras que internamente se aplican con toda frialdad recetas destructivas.

Poco y nada se hace para encontrar el justo equilibrio que nos permita crecer armónicamente y así integrarnos.

Para Argentina la globalización está empezando. Al menemismo parece resultarle más fácil conducirla hacia una obediente disolución que hacia la integración. Debemos entonces bregar por un cambio de rumbo, para que al menos en esta parte del mundo la economía se acuerde de los hombres y no solamente de las corporaciones. 

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Publicada en EL DECAMERÓN – Año 1 – Número 20 – 3 de Julio de 1996

OJO… con la democracia

Las intervenciones militares en el gobierno han significado experiencias por demás lamentables en nuestra historia. 1930, 1943, 1955, 1966 y 1976 son los años de inicio de etapas de triste recuerdo. Cada una de ellas significó una etapa de decadencia en todo sentido para nuestro país. Y cada una de esas etapas fue más grave, más cruel y más inútiles que las anteriores. Seguir leyendo OJO… con la democracia

LA EDUCACIÓN MAQUILLADA – Parte I

LA EDUCACIÓN MAQUILLADA

Para poder efectuar cambios serios en educación se requiere de una planificación por lo menos a mediano plazo. Y a partir de esta planificación, surge la necesidad de un tiempo para concretar el plan. Este tiempo se logra a través de acuerdos entre distintos partidos, o bien por la continuidad de una determinada fuerza política en el gobierno. Si a ésto último se le agrega que una misma persona es la que gobernó a lo largo de tres períodos completos y transita ya un cuarto mandato; la teoría dice que hay una muy buena posibilidad de ejercer una poderosa acción transformadora en la educación. (Dicho sea ésto sin analizar la conveniencia democrática de tantas reelecciones).

RESULTADO

Veamos cuál es el resultado en la educación provincial tras doce años de un mismo gobernador, con cómodas mayorías legislativas; que favorecen aún más la posibilidad de poner en práctica un plan educativo sin mayores obstáculos. Hay a primera vista, un claro resultado positivo constituido por la muy importante política de construcción de escuelas. Que incluye también la refacción de otros edificios. Caben algunas críticas, pero pueden ser calificadas de exquisitas. Y además es justo no menoscabar una política de construcciones con resultados superiores quizás, a lo hecho en más de 50 años. Esta fuerte política de construcciones escolares; mucho más valorada en localidades del interior que en la capital ha satisfecho viejísimos reclamos de la comunidad educativa y ha cambiado la cara del sistema educativo sanluiseño.

A esto se le agrega, aunque sin alcanzar la misma importancia, el equipamiento recibido por muchas escuelas para su tarea específica.

Pero todo esto no se ha traducido en cambios de similar importancia en la calidad del servicio educativo provincial. Más aún no se advierten signos de mejores logros educativos. ¿Por qué esto?.

LA RENGUERA

Porque lo educativo si bien requiere de edificios aptos y de buen equipamiento; mucho más necesita de que todo lo material esté puesto al servicio de lo cualitativo, de lo humano. De una política educativa integralmente concebida y ejecutada. Y aquí es donde se ve la renguera de nuestra educación provincial. Veamos algunos ejemplos.

  • Se adoptó un sistema administrativo descentralizado para el gobierno educativo, con la desaparición del viejo Consejo de Educación. Teóricamente es un buen sistema, pero no cuando se lo usa con criterios políticos partidarios. En la práctica la descentralización educativa no cumplió con ninguna de las expectativas que despertó. Y se comporta como un aparato lento e ineficaz para cumplir sus tareas.
  • Todos los años nos encontramos con la muy grave falta de docentes en muchas de las escuelas. Problema de falta de docentes por un lado. Pero por otro culpa de no saber adoptar a tiempo las medidas necesarias. Es vergonzoso que padres y alumnos hayan tenido que acudir a la justicia o a manifestaciones callejeras para que se cubran vacantes docentes.
  • Mucho del equipamiento nuevo está sin ser usado, o empleado por debajo de sus posibilidades por falta de recursos humanos suficientes en cantidad y calidad para ello. Y esto es casi lo mismo que decir, no hay equipamiento.
  • No hay política para la titularización docente. Este comprensible anhelo de los docentes se cumple vergonzosamente por decreto un tiempito antes de las elecciones.
  • Una importante investigación como lo es la Escuela Experimental Maestras Lucio Lucero, reseña gran parte de los errores de la política educativa provincial. En el día de mañana quizás se diga que las escuelas no-graduadas no sirven por su fracaso en San Luis. Pero si ese fracaso se da es porque aquí no se tiene en cuenta que una Escuela Experimental debe tener permanentemente resuelto su funcionamiento para poder ser justamente evaluada. No es posible hacer una experiencia como ésa, sin tener todo el espacio necesario, sin tener todos los docentes, sin tener siempre su cuerpo de autoridades, sin que se cuiden sus instalaciones y a sus alumnos; sin que se conozca ciertamente su plan de estudios.
  • Por último, una falla común a todo el país, pero más grave aquí por los doce años de un mismo gobierno: no existe una política salarial para la docencia acorde con lo que se dice y se pide de la educación. Los cambios que se hagan en la educación se harán a partir de una docencia profesionalizada, dedicada con racional exclusividad a su tarea. Si bien parece demagógico plantear siempre el reclamo salarial, hay que reconocer que no existe una política a mediano o largo plazo de recomponer paulatinamente el salario docente. Salvo que entendamos como política a largo plazo, el eludir permanentemente el tema.

LA INCOMPATIBILIDAD

Estos problemas de la educación muy sucintamente tratados (merecen mucho más tiempo de todos nosotros para definirlos como corresponde) tienen un orígen común: no existe en el gobierno provincial la intención de hacer los cambios que verdaderamente necesita el sistema. Lo mismo le cabe a muchos gobiernos provinciales y de los nacionales de las últimas décadas (democráticos o dictatoriales).

En el caso de nuestra provincia, esto tiene mucho que ver con el proyecto de poder político personal y familiar del gobernador Rodríguez Sáa. Mucha obra pública que se ve, que trae votos y muchas licitaciones. Pero poco en el fondo, en lo cualitativo, en lo que significa una educación mejor para que el pueblo que acuda a ella tenga la información, la formación y el espíritu crítico necesarios para analizar la totalidad de la vida. Una educación de calidad es incompatible con proyectos políticos de acumulación personal o familiar de poder y de riquezas.

Las obras materiales en las escuelas no bastan para mejorar los logros del sistema educativo. Porque la educación es un trabajo de, con y para seres humanos que requieren de mucho más que ladrillos nuevos. Y la mejora cualitativa en la educación no parece entrar en la planificación del gobernador, ni de los muchos equipos educativos que ha tenido. Después de tantos años el haber logrado nada más que buenos edificios y equipamiento nos hace ver que toda la política educativa de estos últimos doce años, es nada más que maquillaje superficial. Seguimos esperando una acción gubernamental en educación que piense en la gente, en el futuro  de la gente y en la gente del futuro. Y esto significa muchos años más de atraso. Muchas más posibilidades de conducción política caudillesca, sin que el juicio crítico se instale como forma de corregir políticos, gobiernos y sistemas.

(*) El periodista es profesor en Pedagogía. Ha ejercido la docencia y dirección escolar.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 1 – Número 18 – 10 de Mayo de 1996