Años atrás se hablaba de “brechas”. Ahora, de la “grieta”. En lo sociológico son conceptos distintos. Las brechas son varias y las vemos en un mismo plano, generacional, digital, económico, etc. No son necesariamente insalvables.La grieta es una, más grave y difícil de resolver. Divide toda la sociedad con una fuerte tendencia a agrandarse y profundizarse. Abarca todos los planos porque se forma desde una o más concepciones ideológicas que se fanatizan al extremo de denigrar lo distinto, de oprimirlo o reprimirlo, de reinterpretar o reescribir el pasado, de creerse el único futuro posible. La grieta es no integrar ni comprender; sino dominar, imponer una única concepción. No hay diálogo, sobra el desprecio, el agravio, la violencia.
Las dictaduras sufridas, todas ellas, han sido crueles constructoras de grietas. Tanto, que dejaron su impronta, casi como un componente de nuestro ADN. Que nos hace pensar y actuar en un eterno y forzado enfrentamiento dicotómico para vencer a quien sea hasta lograr que la sociedad, la Patria misma, sean a nuestro gusto.
Construir o alimentar la grieta es concretar el sueño de los dictadores: imponer la unanimidad a como sea, de nuestras ideas.
Nos sale muy bien esto de dividirnos, enfrentarnos, denigrarnos. De ahí que andemos por la vida y el mundo como zapallos en carro, a los tumbos, chocando, destruyéndonos unos a otros. Nos vemos permanentemente como nosotros, los buenos; contra los otros, los malos. El conflicto es tan inevitable como destructivo y duradero.
En esto de construir grietas las pasiones, las broncas, los recelos superan al respeto al otro, al reconocernos todos como hermanos, al diálogo, al escuchar, a los valores morales, a la autocrítica, a la necesidad de aprender.
¿Cómo superar la grieta? O mejor aún, ¿cómo dejamos de construirla y agrandarla?
Aquí me permito recordar mi anterior nota para este medio, LA CANCHA MARCADA.
Busquemos aquello que a lo largo de nuestra historia patria hemos alcanzado a pesar de nuestras diferencias, incluso las violentas. Esto es, al sistema republicano practicado a través de la vida democrática. Nuestras constituciones y leyes.
Ahí está el marco para ejercer nuestros derechos, sin olvidar nuestros deberes, para que seamos nosotros mismos, sin aplastar o eliminar al otro. Para que el país crezca con el trabajo y la creatividad que surja del diálogo, de la amistad cívica, sin destruir ideas o personas.
Luis Alberto Romero escribió en LA NACION que valoramos más la unanimidad, que la pluralidad y el disenso. Un dato más propio de lo autoritario que de la inteligencia.
Trabajando, creando, estudiando, proponiendo, militando en nuestras ideas en el marco republicano y democrático podemos ir resolviendo la grieta. Dentro de la ley. Sus fallas, sus carencias se resuelven también en el marco de la ley. No violándolas, porque así se llama a los vendavales que acrecientan la grieta.
Algo más para superar esta grieta nuestra.
La cultura del encuentro, que nos propone SS Francisco.
Un encuentro que abrace todas las ideas, las culturas, las personas, las tradiciones. Que convierta al diálogo y al encuentro no sólo en medios, sino también en fines. Que construya caminos hacia la fraternidad, la solidaridad, al amor al prójimo vivido y ejercido.
La cultura del encuentro no será tarea fácil. Llevamos bastante tiempo encerrados en nuestras propias convicciones, sin escuchar ni atender a quienes no piensan igual que nosotros.
Pero claro… queremos que el Papa sea de los nuestros, que deje de lado a los otros, que nos mande rosarios a nosotros y no a los otros, que no sea solo un Papa argentino, sino para Argentina.
Más que querer convertirlo en nuestro cómplice, empecemos a conocerlo más a fondo, a leer sus propuestas y a hacerlas nuestras.
Empecemos por la cultura del encuentro. Solo yendo fraternalmente al encuentro de todos nuestros hermanos podremos resolver la grieta. Al enriquecer mutuamente nuestras ideas podremos hacer la Patria que merecemos.
SAN LUIS. Mayo 9 de 2016.
(*) Escrita especialmente para www.calleangosta.com.ar
Redactado en primera persona del plural por aquello de “quien esté libre de culpa…”
Excelente. Para cuestionarnos profundamente si estamos en lo correcto respecto de las actitudes, los ataques, las defensas.
Mi padre solìa decir : » no es la letra, es la mùsica…» y algo de esto es lo que se me disparò con la nota.
Ver el modo de cantar …
Un abrazo, primo.