no. la democracia así, no

Está dicho. La democracia es el mejor sistema que la sociedad humana encontró para gobernarse. Ello significa que:

  • La democracia, creada y ejercida por los hombres, está condicionada por todas las características humanas.
  • La democracia es una obra inacabada, aún perfectible.
  • La democracia puede y debe ser mejorada a partir de la capacidad creadora, de la crítica y la autocrítica libremente ejercida.

En consecuencia, no es posible dormirse en los laureles y decir, o dejar que otros digan, que con gobernantes elegidos y renovados periódicamente ya estamos en la cima del mejor sistema de gobierno. Y que por lo tanto, todo está permitido. Así se lo está llevando por carriles equivocados.

Para volver al buen camino debe recordarse la clásica, antigua y sencilla definición clave: Democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Ninguna otra definición supera a esa en precisión y alcances. Pero pasan cosas que no se adecuan a estos principios y que provocan serios daños al sistema. Por ejemplo, no está bien que gobernantes y legisladores se conviertan en representantes de sus partidos y no del pueblo que los elige; que se haya construido una casta política que rota en los cargos, con escaso nivel de renovación dirigencial; que esa casta se proteja a sí misma, aunque se trate de opositores, mediante leyes que la favorecen, callando o mirando para otro lado cuando hay denuncias claras contra sus miembros.

No está bien que se haga abuso del principio de los fueros para eludir responsabilidades sobre sus actos; que los políticos conviertan a las provincias, al país, en campo de batalla de sus intereses y se construyan a nivel municipal, provincial y nacional concentraciones de poder cada vez más cerradas y omnipotentes.

Tampoco está bien que tanto inútil o sinvergüenza ocupe cargos por su simple capacidad junta-votos, cuando con su accionar destruye aquello que debe mejorar; que las instituciones de la democracia eludan la discusión y voten cuestiones importantes con el simple criterio de la obediencia ciega al dueño del partido; que se practiquen variadas formas de fraude electoral en la vida gremial y política, a vistas y sabiendas de todos; que se modifiquen constituciones y leyes con una liviandad total en busca de favorecer intereses sectoriales; que desde los cargos políticos se acumulen riquezas difíciles de justificar. Y que se haga uso ostentoso y doloroso de esas riquezas.

No está bien que a diario se apliquen interpretaciones antojadizas de leyes para alcanzar objetivos sectoriales o eludir responsabilidades, ni que las mayorías legislativas apliquen recursos sucios, aunque legalizados por ellas mismas, para imponer sus opiniones. Y hagan alarde de ello. No está bien que las minorías no reconozcan los méritos de las mayorías y se opongan a todo para no dar mérito al opositor; tampoco que desde la casta política se manipule la opinión pública, asustandola, engañandola, equivocándola según les convenga hoy. Y mañana cambiar todo el mensaje para adecuarlo a otras necesidades.

No está bien que se busque y se logre en muchos casos, ejercer un control indebido sobre las instituciones democráticas que deben ser independientes; que el pueblo, orígen y destino de la democracia, vea reducida su participación a la mera emisión del voto y que sus otras manifestaciones sean reprimidas o despreciadas. Que los gobernantes y legisladores vayan adquiriendo rasgos de las viejas monarquías o de recientes dictaduras; que dejen de funcionar o que lo hagan en forma deficiente, los controles sobre los poderes, las instituciones o las personas.

No está bien… tantas cosas que pasan o se hacen en esta democracia no están bien. Por eso muchos descreen de ella y de su capacidad de mejor servir a todos. Y se va abandonando el trabajo conjunto de perfeccionarla, de ponerla cada día más al servicio de la comunidad a través de la participación apasionada y creadora de que todos somos capaces.

Hoy, la democracia parece una ciudad sitiada: quien la gane u ocupe un lugar en ella, hace lo que quiere y le conviene. Con lo cual se recupera y se acrecienta todo lo que se puso para llegar. Y desde donde se justifica y bendice todo lo que se hizo.

No es ésto lo que se enseña desde siempre a los jóvenes. No es ésto lo que se espera del sistema democrático.

La democracia es otra cosa, mucho más noble, justa, sincera, más ideal. O he vivido engañado toda mi vida.

Así la democracia no va. Hay que cambiar. Los cambios son posibles, Difíciles y lentos, pero posibles.

Una cosa es clara: los cambios que sean necesarios serán definidos, encaminados y concretados desde la misma democracia. Con participación masiva, sin iluminados ni salvadores.

Quizás ocurra que sectores políticos en lugar de buscar acumular poder y riquezas, se decidan a poner su fuerza en construir un férreo sistema democrático a partir del respeto de las instituciones. Quizás ocurra que los medios de comunicación social, abandonen la búsqueda de rating con cualquier arma, dejen la chabacanería y la superficialidad, para dedicarse de lleno a movilizar responsablemente el sistema democrático.

Ojalá pase algo.

Mejor aún, ojalá todos encontremos la forma de hacer algo. Y que lo hagamos. Desde nuestra conciencia y a través de las mismas armas que la democracia nos da.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 36 – 26 de Mayo de 1997

MALVINAS hoy o la pérdida de la conciencia nacional

El pasado 2 de abril se recordó, sin demasiado calor popular, el inicio de la Guerra de las Malvinas en el año 1982. Quizás podría decirse también, el inicio de políticas que pueden llevar a la pérdida definitiva de las islas para los argentinos.

Aquel año, la dictadura militar, ya sin saber qué hacer para mantenerse en el poder, tras ser desenmascarada en todas las latitudes de sus crímenes, tras fracasar en su política económica y deteriorado las instituciones militares; buscó «algo» que pusiera al pueblo de su lado. Aunque fuera un poquito, un ratito.

Y ese «algo», fueron las Malvinas.

Sabiendo la tremenda capacidad convocante y unificadora de la soberanía de nuestras islas en todas las generaciones argentinas, la camarilla militar tejió una maraña de actos y de palabras para concretar un desembarco que pretendidamente habría de devolver a nuestras hermanas perdidas al seno de la Patria.

Así como el Proceso Militar demostró su cruel insensibilidad para con la dignidad humana y su inutilidad para gobernar; en el tema Malvinas demostró no servir en lo específico suyo, en lo militar. Porque no supo cumplir con las etapas que la estrategia y la táctica señalan para operaciones de este tipo. Porque no supo entender que esa metodología no era la adecuada para el momento. Errores que no pueden salvarse a fuerza del coraje de muchos oficiales y de los soldados.

Así, los que allá pusieron coraje y vida al servicio de una noble, justa y vieja causa nacional, vieron casi impotentes el sueño argentino manoseado vilmente.

En ese lamentable manejo de la gesta nacional quedaron muchas vidas, muchos veteranos con heridas en el cuerpo y en el alma. Quedó un sabor amargo por el engaño que sufrimos, por la inutilidad de quienes se decían conductores. Quedó también la vergüenza del olvido hacia los que pelearon valiente y generosamente sin mayores análisis y que regresaron al país por la puerta de servicio.

Recordamos Malvinas y su guerra haciendo honor a la valentía de los que supieron pelear por alcanzar un viejo anhelo argentino.

También recordamos Malvinas teniendo en claro que no es de ese modo y con una conducción dictatorial como alcanzaremos el objetivo. Sabiendo que aquella guerra significó un paso atrás en nuestra permanente lucha por la definitiva recuperación de las islas.

A partir de la democracia y con la permanente conciencia nacional desarrollada en todas y cada una de nuestras acciones, podremos recuperar el terreno perdido. Con conciencia expresada en un accionar firme, claro y permanente. No con promesas huecas ni voluntarismo político sin apoyo en la realidad o con vanas promesas electorales. Y esto se refiere a lo que suele repetir cada tanto el presidente Menem.

Resulta muy difícil creer que con la política menemista ejecutada por Di Tella, de relaciones carnales con los EEUU, de paraguas en la soberanía, de romance con los isleños, de explotación económica conjunta que no controlamos, de dejar que los ingleses pongan la zona de exclusión que se les ocurra; se pueda lograr algo bueno. Esta política resulta tan inoperante como ridícula.

Y toda esta inutilidad menemista que sigue a la inutilidad militar está logrando que muchos se vayan olvidando de Malvinas. A la par que vamos perdiendo identidad nacional, olvidando nuestra historia, nuestras luchas pendientes, de nuestra cultura, de nuestro idioma. Así, sin conciencia de Nación, seremos bocado cada vez más fácil para los imperios multinacionales.

Así estamos en la desmalvinización que olvida las causas y sólo participa de algunos festejos. El pensamiento y el sentimiento patriótico, los mismos que en más de una oportunidad nos hacen emocionar ante los grandes acontecimientos nacionales (y no futboleros precisamente) se van diluyendo.

Porque este Primer Mundo al que se dice que entramos nos hace pensar más en el trabajo que falta, en la poca y mala educación, en el deterioro de la salud, en la poca esperanza de crecer y de ser más en el futuro; dejando de lado los temas de fondo, con los que realmente se construye un país.

Este primer mundo menemista quiere tenernos de pata al suelo y para ello nos desmalviniza.

Qué triste destino el de nuestra Patria, con una herida tan honda como es las Malvinas; con un pueblo que tanto coraje derrama cuando lo llaman a luchar por ellas; pero que tenga conducciones dictatoriales crueles e inútiles o gobiernos democráticos con políticos faranduleros pendientes del aplauso ajeno y que para lograrlo no vacilan en entregar lo que le pidan.

Habrá que empezar todo de nuevo. ¿Qué tal con un gobierno que piense y actúe desde y hacia lo nacional?.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 34 – 17 de Abril de 1997

alberto se sinceró

Alberto Rodríguez Saá no cree en Dios; La Biblia, para él, es ciencia ficción. Lo dijo con la soberbia que lo caracteriza, lo que tornó más ofensivos esos conceptos. Entre todas las reacciones que hubieron, faltó decir algo. Lo referido a la relación Dios-hombre-sociedad.

La mayoría de los argentinos creemos en Dios (cualquiera sea la religión profesada). Tal creencia nos da pautas a las que ajustarnos en la vida. La Argentina es mayoritariamente cristiana-católica, por lo que debiera organizarse sobre la base de la dignidad de la persona humana, del bien común, de la justicia social, de la solidaridad para construir una civilización del amor. Esa es la Doctrina Social de la Iglesia.

Poco recorreremos para darnos cuenta de la incoherencia entre lo que se dice y se hace. Una cosa es creer en Dios dentro del templo y otra muy distinta trasladar esa fe al terreno de la construcción de la sociedad. Y a más de distinto, más difícil y lento.

Es más frecuente, y también parece más tentador y alcanzable, desenvolverse en la sociedad y en especial en la política sobre la base de la acumulación de riqueza y poder. No se trata de buscar una teocracia, ni de caer en fundamentalismoa tan fanáticos como trágicos. Sólo debe buscarse coherencia entre la fe y los valores sobre los que se construye una sociedad. Y puestos en esa tarea, seguramente habrán de aparecer los puntos de contacto entre las distintas creencias religiosas.

La sociedad injusta y desigual que tenemos surge de la incapacidad por ser coherentes entre fe y política. Si construimos una sociedad sin valores trascendentes no existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, de grupo social terminan contraponiendo a los hombres entre sí. Es decir, el hombre puede organizar la Tierra sin Dios, pero como el humanismo exclusivo es finalmente inhumano, terminará siendo una organización contra el mismo hombre. Si no se reconoce una organización trascendente, cada uno (o cada grupo) tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar totalmente los derechos de los demás. Por esto fracasó el comunismo, y por lo mismo el capitalismo está mostrando toda la crueldad que le es propia, lo que hará hasta que también fracase.

La solución superadora de esta realidad, comienza por encontrar cómo desarrollar una política coherente con los principios que rigen nuestra relación con el Dios que adoramos.

La admisión de su ateísmo por Alberto Rodríguez Saá (creador y sustentador económico y político del PUL) ayuda a comprender el proyecto provincial implantado desde 1983. La corruptela que palpamos, el enriquecimiento de la familia gobernante y de sus laderos, la destrucción de las instituciones democráticas, subordinando la justicia y las leyes a las órdenes de los hermanos, la presión sobre opositores, el encubrimiento, la acumulación de poder, sólo puede surgir de mentes que no reconocen ningún valor moral por encima de ellos mismos. Aunque en más de una oportunidad hayan estado (y lo sigan en el futuro) apoyados y bendecidos por una jerarquía eclesiástica también amiga del poder (antes de la dictadura militar, hoy del adolfo-albertismo) y tan poco cercana a los pobres.

Sabiendo que Alberto es el ideólogo del proyecto provincial, entendemos todo. Alberto no cree en Dios y en base a eso está construyendo una sociedad atada únicamente al destino de un par de soberbios que se creen únicos e infalibles.

Así como Alberto, muchos más debieran imitarlo, para que la sociedad sepa bien cuáles son las bases sobre las que se asientan los proyectos políticos vigentes.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 3 – Número 47 – 14 de Abril de 1997

otra vez la educación

Tal como viene ocurriendo hace algún tiempo, poco antes del inicio de las clases, el ámbito educativo provincial es sacudido por algún problema; usualmente originado en iniciativas poco felices del gobierno provincial.

Esta repetición de situaciones conflictivas, lleva también a repetir algunos conceptos ya vertidos en páginas de EL DECAMERÓN.

La educación sanluiseña debe estar atravesando uno de sus peores momentos en mucho tiempo y no hay orientación alguna que permita avizorar una mejora continua y creciente. Veamos algunos indicadores.

  • Crecida inversión en construcciones, refacciones y equipamiento no acompañada por el necesario respeto y promoción de la actividad docente, que es lo único que puede lograr que esta inversión material rinda los frutos esperados.
  • Aumento de la pobreza en la población, lo que se traduce en mala alimentación y mala salud de los alumnos. Condicionamiento negativo si los hay, para cualquier tarea, más aún en educación.
  • Manoseo constante desde la política hacia la docencia, mediante la falta de respeto a normas legales de organización y administración.
  • Leyes votadas por la mayoría gubernamental y que generan más problemas de los que solucionan.
  • Pérdida de jerarquía de la educación, al desaparecer su ministerio específico y estar supeditada a una cartera política.
  • Conducción educativa a cargo de «equipos» que cada vez lo son menos, que duran poco e integrados últimamente por docentes respetados por su trayectoria, pero con nulo poder de influir en lo político. Y por lo tanto imposibilitados de hacer y de resolver, fuera del marco de las directivas de arriba. Y que terminarán deteriorando seriamente su prestigio al integrar un gobierno como éste.
  • Aspectos clave de la actividad que están totalmente fuera de la esfera de la responsabilidad de la conducción educativa, como por ejemplo la designación del personal necesario para las escuelas.
  • Clara discriminación hacia escuelas de las zonas más carecientes, que no cuentan -desde hace años- con los equipos docentes completos. Ej. falta de maestros especiales.
  • De resultas de ésto, se advierte que hay mucho trabajo en los aspectos teóricos de la reforma educativa, pero no se acierta en poner a la educación toda en condiciones prácticas de funcionar como es necesario y como el pueblo todo lo exige.

Lo hemos dicho y lo repetimos; después de 13 años de gobierno con control y manejo de todos los resortes del poder, el adolfatono tiene excusa alguna para esgrimir ante este descalabro educativo.

Y entonces… ¿por qué se sigue así?. Muy fácil de entender. Tan fácil como grave. Veamos:

  • La verdadera decisión en lo educativo queda en poder exclusivo del sector político más cerradamente adolfista. Los técnicos poco y nada pueden hacer, salvo poner la cara para recibir las cachetadas.
  • Se construye y se equipa, porque eso constituye en cualquier lugar del mundo una fácil forma para los gobernantes de hacerse de unos dinerillos extras.
  • No se mejora la educación; porque así se logra que el grueso del pueblo, el que acude a la enseñanza pública, no tenga el conocimiento suficiente para elegir, para ser crítico y autocrítico. Un pueblo con pobre educación es cliente fácil de este tipo de politiqueros que sufrimos.
  • Se improvisan funcionarios para que no exista coherencia ideológica. Ni tiempo de planificar y concretar acciones a mediano y largo plazo.
  • Se queman funcionarios deteriorando su imagen y la de los sectores a que pertenecen; quizás hasta lograr la total aceptación de otros funcionarios surgidos de entre los obsecuentes y sin pruritos para completar esta lenta e inexorable destrucción de la educación.
  • Se busca domar al espíritu de cuerpo de la docencia, gastándola, cansándola. Se procura aniquilar el amor a su trabajo, tan propio de la docencia y que le ha permitido siempre hacer cosas pese a las mala políticas. Quizás hasta lograr conducciones gremiales docentes absolutamente dóciles y tan inútiles como los mismos funcionarios.

No sería de extrañar que en breve surjan escuelas privadas de alto costo, destinados a la formación de las élites del adolfato; mientras continúa la destrucción de la enseñanza pública.

El panorama educativo es coherente con lo que se viene haciendo en el área de cultura.

Al vaciamiento del repositorio de museos; a las estafas cometidas y silenciadas (Ej. la Sinfónica importada), se suma la destrucción del CFA.

Es que el gobernador no quiere invertir en educación y en cultura. Para que le cierren las cuentas presupuestarias, cancela la actividad. Surge así la idea de privatizar la cultura. ¿Tomamos conciencia de la barbaridad que éste concepto encierra?.

Pero claro, privatizando la actividad cultural, ésta se convierte en un buen negocio, del que seguramente estos gobernantes sabrán sacar buen partido.

Mientras el adolfato continúe, la educación y la cultura de San Luis no tienen perspectiva alguna de mejorar y de crecer hacia la satisfacción de las necesidades del pueblo.

Queda la esperanza de ver que este gobierno tiene cada vez más errores, cada vez más agujeros que tapar y bocas que acallar. Aún es fuerte, ganará algunas elecciones, pero su ocaso parece asomar.

Es de esperar que la oposición despierte y tenga un ataque de sensatez, grandeza y humildad para aprovechar sus capacidades dormidas.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 33 – 20 de Marzo de 1997

dela locura y sus consecuencias

La historia cuenta cosas terribles hechas por los humanos poseídos por la locura. Algunas veces con justificaciones muy armadas; pero que por aquello de que el fin no justifica los medios, resultan insostenibles.

Los peores y más recientes ejemplos los constituyeron Stalin y Hitler.

Surgidos como líderes en países sumidos en el desastre socio-económico, al punto de afectar incluso el honor de pueblos con fuertes tradiciones de orgullo y de potencias imperiales. Estos líderes usaron la crisis para concretar sueños de grandeza, llevados a la potencia de la demencia y justificados con manías, obsesiones, chivos expiatorios surgidos de sus mentes febriles y lamentablemente tolerados o aplaudidos por sus seguidores.

Pero como le cambiaron la cara a sus países, resolviendo cuestiones que en su momento fueron importantes para rusos y alemanes, estos pueblos los siguieron, los apoyaron y les permitieron hacer a su antojo, cediéndoles el control a sangre y fuego de todos los resortes del poder. Hasta los más mínimos.

Estos pueblos ataron sus destinos a estos locos y sus camarillas. Y la humanidad toda terminó pagando muy caro la maligna unión entre pueblos empobrecidos, humillados y postergados, con líderes tan efectivos como locos.

Aún hoy, a décadas, nos quedan huellas y dolores originados de la existencia de Stalin y de Hitler.

Estas son lecciones que debemos aprender para que no se repitan. Ni en esa dimensión, ni en alguna aproximación. Mucho menos cuando la democracia campea sobre nuestro suelo y nuestras vidas.

Lo dicho viene a cuento porque desde 1983, tenemos en nuestra provincia un proyecto político hegemónico, encarado por dos pichones de dictadores, que pueden resultar tan peligrosos como los dos ejemplos dados.

Los hermanos Rodríguez Saá comenzaron controlando, dominando y sojuzgando a su partido. Repitieron en él la misma estructura y jerarquía de su gobierno, al punto de que por momentos resultó difícil establecer diferencias entre una reunión de gabinete y una partidaria.

Luego comenzó un lento pero inexorable avance para dominar los restantes poderes. Así, hemos asistido a maniobras electorales turbias que les permitieron reformar la Constitución para tener el acceso ilimitado al poder. Esas mismas maniobras facilitaron contar luego con senadores tan sobrantes como incapaces y sucesivas generaciones de diputados con tan pocas luces como exceso de obediencia servil.

Paralelamente y a partir de esos legisladores, se construyó una justicia que evidencia ineficacia, lentitud y docilidad, como mínimo. Jueces empleados del poder central, sordos y ciegos a las evidencias de los manejos y al enriquecimiento de funcionarios. Incapaces de advertir o de levantarse ante maniobras turbias o sediciosas, con sentencias que son el hazmerreír de entendidos.

Como los legisladores son fáciles de sacar del medio a través del manejo electoralero, no se los molesta demasiado.

Distinto es el caso de la justicia. Porque gozan de estabilidad, porque por ahí aparece un atisbo de dignidad, porque por ahí aprenden algo. Esto hace que los jueces no le ofrezcan a los hermanos, demasiadas garantías. Porque necesitan cubrir sus espaldas por hoy, por mañana y por algunas generaciones. Y ahí es cuando surgen estos sacudones premeditados, organizados cuidadosamente y ejecutados sin ningún respeto a nada y dentro de un marco que cualquier lego califica de inconstitucional y atentatorio contra la democracia.

Los mismos que ayer aplaudieron la designación de jueces sin mayores antecedentes ni capacidad, hoy repiten como loros amaestrados las letanías oficialistas para que se vayan.

El hecho de que los hermanos Rodríguez Saá a través de su omnipotente presencia en la política puntana desde 1983 (y de su inteligente laboriosidad) sean responsables de haber logrado importantes cambios en la estructura económica provincial (aunque muchas objeciones se pueden hacer hilando más o menos fino) no justifican que se permita este lamentable y vergonzoso espectáculo que el adolfato hace a través de sus estructuras partidarias y de nuestra democracia.

El fin no justifica los medios, San Luis.

El fin no justifica los medios, hermanos Rodríguez Saá.

Estos hermanos, voz y eco para el pensamiento y la acción, se afirman en concreciones materiales para destruir el espíritu democrático y ético de los sanluiseños. Y construyen así, algo que todavía no se sabe bien qué es y dónde terminará. Pero que claramente no es la democracia querida.

Porque al igual que los casos de Hitler y Stalin, esto que viene ocurriendo sólo puede encontrar explicaciones en frustraciones familiares, en ambiciones desmedidas, en la mentalidad de familias tradicionales oligárquicas, en el orgullo destructivo de las castas a las que se cree pertenecer. Todo ello en el marco de algún cada vez más severo cuadro de enfermedad psicológica.

Y parece que la población se divide en los que nada entienden, en los que entienden y les gusta, en los que se benefician y sólo eso les interesa, y los que se oponen y no encuentran los caminos, los métodos ni las personas para ofrecer alternativas cuerdas y coherentes para salir de esto.

Todo con una invasión de periodismo amarillo propio u oficial, con repetidoras a cargo de tontos útiles.

En estas fechas, cuando desde nuestra fe recordamos nuestros orígenes y nuestra finalidad como personas y como sociedad, y desde allí, formulamos los mejores planes y deseos para un nuevo año; sólo parece quedar por formular el firme deseo de que se obre alguna milagrosa cura psicológica en aquellos que vienen conduciendo la provincia, los hermanos Rodríguez Saá. Y en todos aquellos que se prestan para esta demencia política que vivimos.

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 32 – 30 de Diciembre de 1996

feliz cumple … y algo más

EL DECAMERÓN cumplió ya un año. Y con la modestia de sus responsables poco se dijo. Como debe ser. Pero los amigos e invitados sí debemos decir algo. Casi sin darnos cuenta este proyecto original de Otero y Vinuesa (hoy sólo a cargo de Otero) se fue metiendo entre los sanluiseños que buscan la noticia investigada y analizada; sin el tratamiento obsecuente o conventillero que suele ser frecuente cuando falta responsabilidad.

Enhorabuena por el aniversario para autores y responsables.

Enhorabuena para los que nos enriquecemos con este tipo de periodismo.

Y como toda ocasión es buena para la reflexión, aquí van las de este momento.

Esta realidad argentina se está convirtiendo en un potro de difícil monta, para los que suelen vivir a expensas de otros. Poco a poco se van corriendo telones, conociendo mafias y trenzas, el verdadero rostro de personajes e instituciones.

Y esto tiene mucho que ver con lo que los medios de comunicación social vienen haciendo con sus denuncias sobre las distintas manifestaciones de corrupción que se vienen desarrollando desde hace tiempo. Los medios están desnudando con sus notas e imágenes, el origen de esta sensación de asco social que nos envuelve.

Pero hay que tener un especial cuidado en que estas denuncias no queden en una sucesión de campañas, de investigaciones más o menos estruendosas a las que la velocidad con que se vive hoy las haga olvidar mañana. Hay que evitar que todo lo que se va sabiendo y denunciando no alimente la indiferencia o el descreimiento.

Paralelo al accionar de los medios, existe una avidez casi morbosa de denuncias, involucrados, etc. Y mientras más altos los personajes, mejor. El primer cuidado, es no comprar pescado podrido y no caer víctimas de falsas denuncias o de otras mal hechas en las que finalmente no pasa nada o que distraen. El otro es que la sociedad debe aprender a ser coherente con este generalizado rechazo a la corrupción. Coherencia a manifestarse en una fuerte y organizada colaboración con todos los que investigan y denuncian, en la demanda de castigo, de una justicia ejemplificadora para quienes se han burlado del trabajo, de la honestidad, de las instituciones.

Es necesario que individual y socialmente exijamos y apoyemos una labor tan firme como transparente en la investigación policial y judicial. Y poner en práctica el castigo social, imprescindible en el tema.

Porque el corrupto, el delincuente, el que lo ampara o lo oculta, el que le da cargos públicos, el que crece a expensas de las distintas formas de corrupción suele ser vecino nuestro. A quien encontramos en la calle, en el bar, en el trabajo, en el descanso, en la plaza, etc. Y pese a saber lo que son y lo que han dañado a todos, comprometiendo incluso a las futuras generaciones; nos comportamos con ellos como si nada pasara, como si los necesitáramos; como si estuviésemos esperando de ellos que nos lleven al calorcito de la plata y del poder fácil y falso.

Debemos desarrollar una actitud social para con los corruptos e inútiles que sea coherente con este asco que sentimos por todas las manifestaciones de corrupción. Si hay corrupción en la forma de coimas, malversaciones, enriquecimiento, ocultamiento, mora judicial, etc; hay también corruptos, ladrones, inútiles, etc. con nombre, apellido y domicilio. Y todos ellos debieran ser objeto de nuestro permanente desprecio. Debemos aislarlos socialmente, escaparnos de ellos como si tuvieran todas las malas pestes de la humanidad (y así es en verdad).

Desprecio y aislamiento en la vida diaria y en todo intento que hagan de querer meterse a gobernar, legislar o juzgar. No caer en las trampas de la tan perfeccionada propaganda política que suele esconder notoria corruptela con pretendidas capacidades para «hacer».

La sociedad debe desarrollar y concretar el aislamiento y el rechazo a la actividad social de los corruptos.

            «… pues por igual es tenido /      quien con malos se acompaña». (Martín fierro)

Además, porque por sobre ellos y sobre nosotros, está la sociedad toda, el futuro mismo y hay que saber elegir quien la construirá.

En este aniversario de EL DECAMERÓN, felicitamos a sus responsables por lo que hacen. Pero hay que saber cerrar lo que se abre con la denuncia del periodismo valiente. Es decir, traducir en hechos concretos hacia los responsables, ese asco que nos inunda cuando vamos conociendo la dimensión de la corrupción.

Para construir a partir de estas actitudes el pensamiento, la actitud positiva y válida para que el futuro sea como lo que siempre soñamos. Este es el momento, mientras rechazamos y aislamos lo malo, hay que alentar, apoyar, aplaudir todo lo bueno. También aquí nos ilustra el Martín Fierro:

            «… la ocasión es como el fierro, /        se ha de machacar caliente»

Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 28 – 29 de Octubre de 1996