Recordando a Monseñor Angelelli
A poco de iniciar su pontificado el Papa Francisco marcó el camino a seguir por curas y obispos:
“…hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, sangre derramada y ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones.”
Para agregar:“… Sed pastores con «olor a oveja», que eso se note…”. Y decirnos luego a los laicos:“Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.”
Tras estas palabras, ¡cómo no recordar a Monseñor Enrique Ángel Angelelli!, quien al asumir como obispo de La Rioja en 1968, dijo: «No vengo a ser servido sino a servir. Servir a todos, sin distinción alguna de clases sociales, modos de pensar o de creer; como Jesús, quiero ser servidor de nuestros hermanos los pobres».
Mons. Angelelli fue obispo dentro de su rebaño de fieles, especialmente de los pobres, los explotados, los ancianos, los necesitados. No sólo acompañándolos, sino ayudándolos a organizarse para superar sus carencias y necesidades.Ningún problema de su grey fue soslayado por el ”Pelau” Angelelli, como le llamaban. Toda la realidad riojana supo de su tarea evangelizadora, nunca le escapó a un problema, fuese de quien fuese y cualquiera su dimensión social. Su consigna clara y contundente fue la de
“ Con un oído puesto en el Pueblo y el otro en el Evangelio”
Y el pueblo entendió y amó a su obispo, tal como se lo dijo uno de sus fieles:“Vea, Monseñor, vea mi amigo; yo le pido un favor: no se canse nunca de ser el Obispo de los pobres, sea el padre de los pobres porque de esa manera es un buen Obispo”.
Mons. Angelelli fue quizás, el obispo argentino que más se comprometió con el Concilio Vaticano II. Su alma se encendió con él. Fue, entre nosotros, la viva encarnación del espíritu de ese Concilio, al que había convocado el Papa Bueno, Juan XXIII, buscando el “aggiornamiento” de la Iglesia Católica.
Coherente en el pensar, el decir y el hacer Angelelli no vaciló en reclamar a quien sea por lo justo ante lo que veía. Nunca calló.
“…el grito del hombre de hoy por su liberación y salvación se hace cada vez más agudo y penetrante. Sólo los hombres interiormente jóvenes son capaces de percibirlo y comprometerse con él; los cansados, los conformistas, los establecidos, los de corazón atado a muchas cosas, no son aptos para luchar y construir una sociedad más justa, fraterna, pacificada y pacificante…”
En la dictadura iniciada por Onganía, fue duramente calumniado y perseguidos quienes le acompañaban: laicos, curas y monjas. Luego ya con el dictador Videla, todo sería mucho más grave. Al punto que el mismo Mons. Angelelli se convenció de que irían por él, pero se negó a abandonar a su Iglesia.»Tengo miedo, pero no se puede esconder el Evangelio debajo de la cama», les dijo a los suyos.
Enjulio de 1976 secuestraron para luego torturar y asesinar, a los curas Gabriel Longueville y Carlos Murías. Pocos días después asesinaron frente a su familia al laico del Movimiento Rural, Wenceslao Pedernera.
El 4 de agosto de 1976, tras participar en Chamical de la novena por esos sacerdotes, Mons. Angelelli emprendió el regreso a la capital provincial. En el camino fue asesinado en lo que la versión oficial dijo fue un accidente automovilístico.
Esa noche en las guarniciones militares de Chilecito y La Rioja se brindó por esa muerte. Años después, ya en democracia, el juez Aldo Morales que continuaba con la investigación dijo “La muerte de Mons. Enrique Angelelli no obedeció a accidente de tránsito, sino que fue un homicidio fríamente premeditado y hasta esperado por la víctima”
El próximo mes de octubre se iniciará el juicio oral contra tres de los cinco imputados por este crimen: Luciano Benjamín Menéndez, Luis Estrella y Juan Carlos «La Bruja» Romero. Ya han fallecido Jorge Rafael Videla y Albano Harguindeguy.
Se ha propuesto al día 4 de agosto, como Día del Mártir Latinoamericano, en homenaje tanto a Mons. Angelelli como a Mons. Romero, también asesinado en El Salvador.
Muchos años debieron pasar para que se abra el velo que ocultaba este crimen. También para que la misma Iglesia Católica reconociera aunque tímidamente, la verdad. Están iniciadas las beatificaciones de Murguía y de Angelelli. También la de Romero.
Nos queda a todos la ejemplaridad de un obispo con olor a oveja, hermanado hasta confundirse con su pueblo; predicador ineludible de una Iglesia comprometida.
Frente a la tarea delograr el Bien Común y la dignidad de cada uno y de la Patria misma; como expresóAngelelli en uno de sus versos
“hay que seguir andando nomás”
San Luis. 4 de agosto de 2013
Otra nota más amplia en
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