Guadalupe Di Falco

El doloroso caso de Guadalupe Di Falco nos ha golpeado mucho. Ojalá que no olvidemos toda la cadena de acciones, omisiones y silencios y que podamos reconstruir nuestra sociedad desde la base de
«… un solo mandamiento os doy: amaos los unos a los otros como Yo os he amado«
Porque esta realidad social nuestra no se resuelve ni supera con pragmatismo, ni con mediatización, ni con las limosnas oficiales, ni encarcelando a algunos.
Se resuelve desde el amor a Dios, a la Patria,  al prójimo.
Quien no cree en Dios, seguro que puede coincidir con lo otro y sumarse.
Es la única forma de superar el materialismo individualista y de construir una sociedad que respete la Dignidad de la Persona Humana y que logre el Bien Común.
Hay muchas responsabilidades en el caso Guadalupe: del gobierno, de los vecinos, de los que debiendo no controlaron, de los que sabiendo callaron o se guardaron. De los que eligen mal, de los que se entregan, de los que no saben construir una propuesta nueva y mejor.
Débora, la mamá de Guadalupe, seguro que tiene sus culpas. Pero… ¿quién la prostituyó? ¿Quién es el padre de Guadalupe, del que nadie se acuerda en medio del machismo que impera?
Débora es lo que es porque la obligaron y vaya Dios a saber de qué forma. Hoy nos matan a las Guadalupes, porque desde hace mucho que nos vienen matando las mujeres prostituyéndolas. Y además, marcándolas como culpables de todo lo que no sabemos darles: educación,  trabajo digno, protección, comprensión.  HAY DARLES  AMOR y no comprarles sexo.
Todos los clientes de  Débora Di Falco (especialmente el padre de Guadalupe)  son también culpables y los más impunes, porque pueden estar muy cerca, disimulando, callando, mintiendo.
Caiga también toda la responsabilidad en Riquelme y su mujer y en quienes los prohíjan como  militantes de la politiquería clientelista corrupta y corruptora. Quienes con sus ignorancias, sus incapacidades,  se creen que pegándose a un poderoso  están salvados hagan lo que hagan.
Basta de poderosos que solo piensan en el poder y el dinero y la miserable gloria que de ahí reciben.
Seguro que harán aparecer algunos responsables y de a poco harán que la cosa se diluya antes de las elecciones del 2011. Quizás bajen algunas directivas como para que no se repitan casos tan expuestos a la opinión publica como este. Pero los que tenemos en San Luis y en gran parte del país, difícilmente vayan a encarar las políticas que necesitamos desde el AMOR.
Si no queremos más casos Guadalupe, no permitamos que haya más Déboras y mucho menos sus miserables clientes y vividores.

Ojalá que esto que nos está golpeando duro y fuerte no se olvide nunca y que nos haga reflexionar primero y actuar después.
Para terminar,  un poema del cura nicaragüense Arnaldo Zenteno creador del Proyecto Samaritanas.
Las llaman prostitutas,

los que las prostituyen.

Las llaman mujeres de la calle,

los que las echan de su casa.

Las llaman mujeres de la vida alegre,

los que ponen su alegría en pisotearlas.

Las llaman pecadoras,

los limpios fariseos hipócritas.

Las llama Mujer, Jesús,

el que las ama, el que las acoge,

El que no las condena,

el que las perdona.

Y tú ¿cómo las llamas?

¿Prostituta o Mujer?

(Lo  tomé de CONTROVERSIAS, publicación digital de Alejandro Rodríguez)

Un abrazo fraterno desde el imprescindible AMOR A DIOS, A LA PATRIA, AL PROJIMO