¿DE DÓNDE LA CORRUPCIÓN?

Se ha hablado en estas páginas acerca de las formas que presenta la corrupción y se ha intentado ejemplificar con nuestro quehacer provincial.

Por cierto que no se agotó el tema. Y lamentablemente todo hace pensar que habrá mucho más que decir en este terreno. Y lo peor es que esto irá irremediablemente unido al descreimiento en el sistema y en las estructuras que han originado esta creciente ola de corrupción. Ola no solo provincial y nacional, sino mundial. Pero no caigamos en aquello de mal de muchos, consuelo de tontos. Tengamos en claro que ahí donde haya un acto de corrupción, cualquiera sea su naturaleza y dimensión, ahí debemos estar todos para denunciarlo y buscar su castigo.

Dicen que siempre hubo corrupción y que está en toda actividad humana. Que es imposible su erradicación total. Se habla de manejar un nivel tolerable de corrupción. Para lo cual en países con elevada cultura política se castiga seriamente a los funcionarios que son descubiertos en estas malas artes políticas. Se acepta lo irremediable de la corrupción, pero no hay rendición ante ella. Y hay penas importantes, ejemplificadoras. Pero esto no ocurre en esta parte del mundo en la que vivimos, amamos y sufrimos.

Por el contrario se arma una estructura de poder con control partidario, legisladores dóciles e incapaces de pensamiento crítico, una justicia por lo menos sospechada de parcialidad, muchas veces integrada con jueces inexpertos, con ex empleados, parientes o amigos del poder central. Y por sobre todo con una educación postergada en algunos de sus aspectos, para que así no pueda formar personas capaces de tomar conciencia de la realidad y dedicarse a cambiar lo malo y a trabajar creativamente en lo justo y necesario.

Y todo esto se apoya en el olvido de que toda la actividad humana debe asentarse necesariamente en ideas, en sólidos ejes de principios que surgiendo de la filosofía y la ética lleguen a todos los ámbitos de la vida y de la sociedad humana. Porque esta generalizada ola de corrupción tiene mucho que ver con aquello de la muerte de las ideologías, con ese tono pragmático y materialista con que se nos quiere hacer vivir. Y si las ideologías no valen, si sólo interesa lo que se tiene, se está diciendo… viva! Al tener, en especial poder y riquezas, sin importar cómo. Y esta ideología de la no ideología, de lo inmediato y lo material socava las bases de lo humano. De lo que siempre, en todas las épocas y en todas las sociedades procuró alcanzar la civilización del amor.

La corrupción en la que estamos inmersos, no se resuelve sólo con las penalidades. Aunque es necesario tenerlas e imprescindible aplicarlas con firmeza y coherencia. Vamos a superar este ambiente únicamente desde lo educativo y cultural. Y basados siempre en principios filosóficos que consideren al ser humano y a su sociedad en toda su variada, inmensa y maravillosa complejidad.

Y debemos discutir y trabajar este tema. Demasiada mora tenemos ya. Es un trabajo cualitativo, mucho más complejo y amplio que los avances cuantitativos con los que nos quieren llamar a engaño como si ya tuviéramos la solución educativa.

Y aquí se abre una puerta para posteriores columnas en EL DECAMERÓN. Pero no con pretensiones omnipotentes. Sólo con la sencilla meta de que acostumbrarnos a buscar la raíz de las cosas y a partir de allí practicar el don humano del pensamiento reflexivo y de la capacidad creadora para transformar lo que sea. Y a dejar de engañarnos con brillos, oropeles y palabras huecas.

Si habremos de superar esta atmósfera social de corrupción, hay que ver de dónde, por dónde y cómo viene. Así como los corruptos se las saben todas, de nuestro lado también debemos saberlo todo. Y eso sólo con una ideología que guíe dé sustento a toda nuestra vi da.

Publicado en EL DECAMERON Nº 14 – 27 de abril de 1996