Algunas reformas políticas factibles

La  crisis del 2001 no sólo dejó el mal recuerdo del corralito – corralón, sino que también se tradujo en sólidos rechazos a las prácticas políticas usuales. Aquel grito  “que se vayan todos” expresó la unidad de  la  bronca por el perjuicio económico  con las viejas y muchas  desilusiones  dejadas por  la práctica politiquera. Como todo lo que estalla como fruto de la “calentura” de un momento el  “que se vayan todos” no se tradujo en nada concreto, en ninguna mejora de nada. Por lo que sólo quedó el enorme índice de abstención electoral que es casi lo mismo que una  rendición incondicional, como decir nada se puede hacer ya.

Quienes militamos en política soñando en hacer realidad los cambios que mejoren  nuestra calidad de vida, concreten el Bien Común desde este democracia; habremos de seguir buscando soluciones que corrijan esta realidad.

Tras la trabajosa  recomposición en la  Presidencia de la Nación, con  interinatos que más vale olvidar; se comenzó a hablar oficialmente de una reforma política,  .

Lo hecho hasta ahora lo fue  en cuestiones formales,  se modificó la Ley de Partidos Políticos y se promulgó la de Financiamiento de los mismos. Mucho ruido, pocas nueces y más burocracia que poco  hace al fondo del tema.

Se habló de otras reformas, que nunca llegaron. Las Naciones Unidas y la Iglesia Católica,   abrieron la Mesa del Diálogo Argentino, que produjo muchas propuestas que fueron tan atentamente recibidas como cuidadosamente guardadas en algún cajón sin que se concreten.

La dirigencia del momento supo capear el temporal de esa bronca reformadora, la que se enfrió hasta que se  terminó diluyendo, sin lograr los grandes y necesarios objetivos de revisar la forma de vivir y  practicar la democracia en nuestra Patria.  Como en  tantas otras veces, quedó un  resabio amargo, que termina retro alimentando todo lo negativo que se quería cambiar.

El primer  cambio

A poco de asumir el presidente Kirchner se autolimitó en  sus facultades constitucionales de designar a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Como resultado de esa autolimitación, podemos decir  que tenemos  una Corte Suprema cuyos integrantes – especialmente los últimos ingresados – gozan de un reconocido prestigio jurídico y académico,  aquilatados  en trayectorias profesionales claras y destacadas. Hace muchos años que Argentina no contaba con una Corte Suprema tan poco merecedora de las usuales críticas de amiguismo con el poder.

Era un cambio necesario, que se hizo por una vía corta y  expedita. Pero que necesita una mayor garantía dándole a esa  decisión personal del presidente un rango constitucional o legal. No sólo por la vía de un decreto que así como vino, se puede ir.

 

Hay que concretar ahora algunos cambios en la práctica política,  para aumentar y garantizar la participación popular en ella.

Es bien difícil que estos cambios  puedan surgir de nuestros legisladores. En la vieja política, cuando se logran cuotas de poder, la tendencia es fortalecer el sistema por el cual se logró ese poder.

Kirchner marcó una excepción cuando se autolimitó en sus facultades de designación de los jueces. En esa misma línea, con el mismo método quizás pueda reformar algunas prácticas políticas.

Listas sábanas

Hay dos:  horizontales y verticales. Estas últimas son las más difíciles de modificar por ahora. Veamos entonces las “sábanas horizontales”. Son  las boletas electorales con muchos cuerpos correspondientes a cargos nacionales, provinciales y municipales; a veces con otros agregados. Ejemplo, en abril del 2003 las elecciones en la provincia de San Luis, tuvieron  nueve o diez boletas todas unidas, a raíz de nueve centímetros cada una.

Tienen que ir todas juntas, porque la  primer boleta es la  que encabeza el caudillo o jefe; en las restantes se cuelgan los restantes candidatos cuyas  mejores (o únicas) condiciones suelen ser  la adhesión sin límites a ese proyecto personal (o familiar) Si volvemos a nuestro anterior ejemplo de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá encabezó esas sábanas en el 99 como candidato a gobernador, en el 2003 primero como candidato a Presidente, y más tarde como Diputado Nacional, en el 2005 como candidato a Senador Nacional y probablemente en el 2007 nuevamente como  candidato a Presidente. Antes de terminar el mandato para el que fue elegido, está “casi obligado” a actuar así ya que es la única forma de garantizar el triunfo del proyecto de poder familiar. Tras su candidatura son elegidas- os quienes muy probablemente no lo serían  si sólo se sostuviesen en sus condiciones.

Estas  sábanas horizontales son muy útiles para proyectos de tipo feudal o para la “democracia totalitaria” que campea en algunas provincias.

Existe la posibilidad del corte de boletas. Pero en la realidad esto se da muy poco, a consecuencias quizás del mismo deterioro de la práctica electoral.

Estas “sábanas horizontales” con candidatos traccionados por el de la boleta principal podrían  evitarse con el simple sistema de boletas y urnas separadas: una para cargos nacionales, otra para provinciales y una más para los municipales.

Solemos ver un sistema así  en otros países, por ejemplo en las últimas elecciones italianas. También en Francia. Lo que habla de su  factibilidad. Sólo habría que efectuar arreglos en la cantidad de votantes por mesas, quizás en las autoridades de mesas, quizás en el diseño de las boletas.

Arreglos que no son demasiado costosos, ni de otro mundo. Son temas propios del Código Electoral sancionado por decreto presidencial, por lo tanto fáciles de concretar en un país tan fuertemente presidencialista como el nuestro.

Convocatorias

Otro aspecto problemático de nuestro sistema electoral que podría solucionarse con alguna facilidad,  es el de las fechas de elecciones.

Es usual que cada Gobierno las fije a su conveniencia, conforme estadísticas,  encuestas o  resultados  de algunas acciones con éxitos previstos  para  la fecha elegida. Así, es el convocante el que cuenta con la ventaja de conocer la fecha e ir tomando las previsiones que le hagan aún más fácil la contienda electoral.

El Gobierno Nacional fija las fechas para esos cargos, los provinciales las suyas  y muchas municipalidades  las propias. Con lo cual puede darse el caso de varias elecciones en un mismo año, con el crecido costo para los presupuestos oficiales y partidarios y el cansancio popular que suele terminar en la  indiferencia.

Volvamos a nuestro ejemplo de San Luis. En el 2003 en la ciudad capital hubo tres elecciones: la que eligió Presidente y Gobernador; la que eligió legisladores nacionales y provinciales y por último la que eligió Intendente  y concejales.

Esta multiplicidad de convocatorias sólo favorece a los que tienen estructuras de poder gubernamental, que proveen  un fuerte aparato publicitario y electoral. Un poco menor, pero ventaja al fin, es la que surge de la sola tenencia de  cargos legislativos.  Ventajas que todos usan y algunos de un modo por demás intenso, en desmedro de aquellas expresiones políticas partidarias menos desarrolladas  que sólo cuentan para llegar al electorado con su vocación y sus convicciones, siéndoles muy difícil concurrir a tantas elecciones tan seguidas. El que lo hagan los convierte en verdaderos sostenes de la democracia, ya que pese a las dificultades, siguen dando el ejemplo de luchar firme y sostenidamente por aquello en que creen.

Una posible solución sería la de determinar una fecha fija para todas las elecciones nacionales, a las que provincias y municipios adhieran. Sería una reglamentación de la  autonomía para fortalecer la vida democrática. Una fecha fija  hace que el calendario no sea sorpresa  para nadie y se pueda planificar mucho mejor la actividad partidaria. Muchos países lo tienen y la respetan aún cuando no corresponda a un día domingo.

 A modo de conclusión.

Las dos propuestas  pueden reducir notablemente la influencia del poder en el momento electoral. Ambas se complementan y fortalecen, favorecen la decisión de cada persona y limitan el clientelismo.

Estos cambios   pueden ser puestos en práctica  mediante decisiones presidenciales. Serían una continuación del espíritu democrático que marcó el Presidente Kirchner cuando se autolimitó en la designación de jueces.

Claro que esto es mucho más que aquello. Esta vez en el sistema electoral de  esta democracia nuestra tan vilipendiada a veces, pero tan necesaria y tan fácil de mejorar con la sola  decisión de hacer posible lo necesario.